06/52 futuras
Volví a ver 12 monkeys. La vi pasar en mi habitual zapping de Netflix. Recordé que cuando la vi me conmovió mucho, como suelen hacerlo películas que remueven fibras que en otro momento no hubiera encontrado la forma de nombrar. Ahora entiendo por qué me gustó tanto.
El viernes pasado recién llegó el libro Blickwinkel: momento futuro. Una mezcla de reflexiones sobre el presente y el futuro. Textos que interrogan en dónde estamos parados y hacia dónde vamos. ¿Quienes somos? Crónicas que narran mundos posibles, conferencias de skype con comentarios negativos, bitcoins, mudanzas, cartas enviadas del futuro, fantasmas, goteras que son lagrimales abiertos, farmacias sin medicamentos, arquitecturas pensadas para la incertidumbre, esbozos del pensamiento griego traslapado con el presente pandémico. Futuros rotos pero presentes que crecen entre los quiebres.
En 12 monkeys, el protagonista, Bruce Willis es un custodio de una cárcel en un futuro postapocalíptico. Dentro de los experimentos que hay para intentar componer el mundo, es usado como conejillo de indias de viajes en el tiempo. Después de varios errores, primero lo mandan a 1990 en lugar de 1996 y luego por error es enviado a 1917… Regresa al presente, 1996, para solucionar un virus que hay disperso por todo el mundo y que ha matado a más de la mitad de la población. Su objetivo es averiguar qué fue lo que pudo pasar que cambia por siempre el rumbo de la humanidad. En su futuro, 2035, la humanidad ha comenzado a vivir bajo tierra y es imposible respirar el aire fresco.
Las pistas que reconstruyen los científicos para enviarlo a solucionar el presente resultan ser falsas. Al final es parte de un loop en donde las piezas siempre han estado establecidas y queda entredicho que no importa lo que se haga en el futuro, el pasado es inamovible. Es como si la humanidad de cualquier forma hubiera dependido de los viajes en el tiempo y de la intercepción de estos personajes para ser el presente.
En el sueño de Bruce Willis, siendo un niño, siempre se aparece una y otra vez una escena que sucede en el aeropuerto. A veces se pregunta si aquello es parte de la realidad o parte de un sueño que tuvo de niño.
Blickwinkel es una palabra que significa perspectiva, el subtítulo: momento futuro es la posibilidad de volver a nombrar el devenir. Me gustó ser parte de esta maquinaria que produce un conocimiento. De pronto sentí que ser editora de ese libro es como si fuera la psiquiatra en 12 monkeys que raya con grafiti una pared y que deja una pregunta abierta para el futuro. Hay que volver a reconstruir lo que hay detrás de esa pregunta, pero sobre todo de preguntar quiénes son los sujetos de esa historia, ¿somos nosotros mismos?
Sobre la calle de Madero esquina con Isabel la Católica, antes de llegar al Zara, hay un Starbucks, justo a un costado de la puerta lateral de la iglesia de la Profesa. En el frontis de este edificio se lee la leyenda de cuándo fue terminada. Dice algo así como este edificio terminó de construirse el 21 de abril de 1791. Cuando solía pasear por el centro, ahora es imposible, me gustaba detenerme y leer esa frase. En otro siglo yo nací el 21 de abril, en otro siglo alguien labró los números de mi nacimiento. Es verdad que el pasado no se puede cambiar. Lo que podemos modificar es la interpretación que hacemos de los sucesos.
Los gatos podrían muy bien estar preguntando: ¿Cómo prefiere la verdad histórica, escondida en un libro del presente o en la tipografía de un edificio del siglo XVIII?