07/52 año buey
Llevo un año sin poder detener el tiempo para ponerme a editar Los chulos, un fanzine que hago siempre con Alex. Comenzó hace 3 años cuando estaba por iniciar el año chino del perro. Nuestro segundo número se llama así: ¿dónde están perros? Mi mamá siempre se reía de esa canción cuando la pasaban en la radio y a veces hacía como si fuera una rapera cantando el coro repetitivo dónde están perros. La frase por sí sola me hace sonreír. Pensé, bueno esta semana comienza el año del buey, habría que editar otro número de Los chulos, ¿cómo ves, Alex? Pues sí, por qué no. Y me quedé pensando que siempre que edito Los Chulos es hacer un espacio a todo lo que eso significa: invitar, presionar, escribir, editar y dibujar. Editar ese fanzine es colocarme en el papel de un ninja. Todo se hace rápido, sucio, sexo rural detrás de los arbustos, coser, enviar a imprimir, doblar, coser.
A inicios de la pandemia, por abril del año pasado editamos el número 10 del fanzine. Y como siempre fue muy bien recibido. Incluso lo hemos colocado en algunas librerías y con asombro se ha vendido. Cuesta 10 pesos tampoco es que sea la gran venta pero el asombro proviene de encontrar lectores de un fanzine tan anarquista como Los Chulos.
Mientras escribo esto mi gata Kiki se ha detenido a pocos centímetros de distancia y me observa con cautela. Estas últimas dos semanas he escrito un texto sobre gatos ferales y no sé bien cómo continuar. Kiki es una gatita feral hermosa. Gaby dijo que era como Rihanna, bella e intocable. Ciertamente lo es. Demasiado intocable. El texto habla sobre las campañas de esterilización que mi hermana ha llevado a cabo para controlar la sobrepoblación de gatos ferales. Y estas campañas son buenas pero están llenas de historias tristes. Ya no quiero escribir cosas tristes.
Hoy comimos juntas. Abuela, madre e hijas. Mi abuela colocó una mesa y unas sillas en su patio trasero. Cuando pasan los aviones dejamos de hablar. Mi abuela me pidió que silbara para atraer un pájaro al alpiste. Eso hice y el pájaro bajó hasta estar muy cerca del plato pero no comió, nos observaba y al final se fue. Mi mamá nos contó sobre una amiga suya de la facultad. Le hizo una serie de comentarios sobre mi papá y cómo había sido su relación en el inicio de los tiempos. Situaciones que mi madre ya había olvidado. Su amiga le había descrito ciertas actitudes que mi padre aún conserva. Cuando lo escuché pensé pues sí, mi padre es muchos fantasmas en uno. A mí no me sorprendió pero a mi hermana un poco le indignó. Lo sé porque en lugar de integrarse a la plática se concentró en la fresilla de su cigarro, como si pudiera desvanecer la ceniza sin perder el fuego. Defiende a capa y espada la relación que tiene con él y a veces yo me detengo a refrescarle la memoria. Luego pienso pa’qué si es evidente que quiere contarse una historia que no le duela. Quién soy para decirle no te acuerdas que no le importas en lo más mínimo. Mi abuela intercalaba comentarios sobre los pájaros que van a su jardín a comer y tomar agua. Mi hermana mencionó como si fuera un gran logro que habla de animales con él. Mi mamá alzó las cejas como en actitud de okey. Y siguió diciendo que a mi padre no le importaba titularse de la licenciatura. Pensé en los gatos que rescata mi hermana. Mi abuela otra vez tenía la mirada en un pajarito. Sílbale, Idalia, pidió. Y sí, en medio de la conversación mejor comencé a silbar nuevamente.
Quizá el año del buey traiga más números de Los Chulos, eso espero. Deseo más ediciones. Deseo también que a todos llegue la vacuna.