10/ 52 para Isolda

Hace tiempo que he dejado de buscar los regalos “perfectos”. Cuando alguna persona que me importa cumple años lo único que se me ocurre regalarle es el recuerdo o la anécdota de algún hecho feliz compartido. He aprendido también que las dedicatorias en los libros duran muchas décadas, un libro sigue siendo un buen regalo, pero cada vez es más difícil dar con una historia que sea para una persona específica. Dar un libro es muy íntimo, se debe conocer bien al otro, saber un poco de sus entrañas o de sus pasiones.

Isolda nació un 7 de marzo. Mi papá nos recordaba que en esa misma fecha pero de 1907 había nacido nuestro abuelo Luis. Pero ese abuelo nunca lo conocimos. Murió en 1978, antes de que nosotras naciéramos.

Unos días antes del cumpleaños de Isolda, se me ocurrió que quería regalarle un video. Una serie de fotos que le recordaran su tránsito por la vida. Tuve que ingresar a las mareas profundas de mi disco duro. Ahí me encontré con varias fotos que tomé en casa de mis abuelos. Al final pensé que debía incluirlas, Isolda era la nieta predilecta de mi abuelo. Seleccioné un par de ellas: Checo viendo por la ventana. Checo tomándole fotos a Isolda. Checo haciendo caras. Checo sacando a Isolda del corralón.

Me encontré con fotos de cuando fuimos a Marruecos con mi mamá. Aparecemos las tres con mascadas en la cabeza, según cubrimos nuestro cabello con una pashmina para no ser acosadas en la calle, pero sirvió muy poco, nos hostigaban aún sabiendo que éramos turistas, o quizá por eso. Todavía siento que fue una empresa difícil estar en ese país árabe, mi madre sola con dos hijas. Pero en las fotos nos vemos felices, o al menos yo sí lo estaba, Isolda comenzaba su tránsito por la adolescencia y ya se notaba su poco entusiasmo en la vida.

Vi una foto de ella en un café internet de la plaza de Marrakech. Otra foto de ella en Barcelona y una última en Amsterdam. Alex me ayudó con la edición. Me dijo que eran muchas de la misma étapa, hacían falta fotos de cuando era niña y no adolescente. Así que terminé por depurar mi selección.

En una carpeta de fotos tomadas con la canon tenía un par de Isolda en su cumple de 15 años. Fuimos a comer al Italiannis de Av. Universidad. Después vi una carpeta con una serie muy larga de fotos. Tomé 50 fotografías solo de Isolda lavando los trastes. No entiendo bien por qué lo hice. Pero ese momento presente guarda un recuerdo muy específico de cómo vivíamos en aquel entonces. No éramos muy cercanas aunque pasábamos mucho tiempo juntas. Siento que por aquella época mi hermana odiaba a casi todos los seres humanos, incluida yo. Ahí aparece con un gesto de molestia; siempre estaba de malas. En ninguna sonríe.

En los años 2015–2018 las fotografías de ella se hicieron más esporádicas. Me di cuenta que mi archivo ya no daba cuenta de su existencia y tuve que recurrir a fotos que ella subió en su Facebook. A los 20 años entró a estudiar veterinaria, comenzó a usar palabras como: choque anafiláctico en lugar de alergia, mollera sumida en lugar de idiota y gato geronte en lugar de gato viejo.

Isolda a sus 30 años tiene un equipo de esterilización a bajo costo y opera casi todos los días. Hace campañas de TNR por las que me sentí motivada a escribir este ensayo. También, ahora, quiero decir hoy, esta semana, mi hermana menor, a sus 30 años está por publicar un libro que yo misma edité. Los libros se encuentran en una bodega próximos a llegar. Un proceso que ha sido largo largo pero sé que ambas lo hemos disfrutado.

A veces quisiera detenerme en muchos de los detalles que envuelven la vida de mi hermana, palabras más o menos, es un ser humano extraordinario. Tiene un corazón tan grande que a veces es difícil poder contener tantas emociones por las que pasa en un día cualquiera de su vida de médico.

Isolda no solo es la mejor hermana que pude tener, además me emociona poder festejar con ella su vida. Puedo decir que en este momento es una de mis mejores amigas y siento mucho orgullo de ser su hermana.

Mi hermana cumple 30 años y su existencia es un detonante de mi felicidad.