18/52 the more you know

Idalia Sautto
4 min readMay 4, 2020

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—me tengo que ir

—¿a dónde?

—me hablaron y tengo que irme.

El pasado viernes entró una llamada de trabajo interrumpiendo un largo monólogo en el que estaba sumida. En otro momento no la hubiera escuchado, pero ahora que tengo que usar la misma plataforma para trabajar, para hablar con mi mamá y para verme con mis amigos, todo está muy junto, aunque esté lejos, junto y lejos, muy cerquita el zoom de nuestros rostros y muy lejana la posibilidad de volver a oler un ambiente en común.

En la vida apocalíptica de la pandemia el soundtrack proviene de los vecinos. Los ángeles negros, José José y Thalía. Muy parecido a cuando termina una fiesta de quince años. Solo que hace calor y estamos en plena primavera. Los mejores días del año están sucediendo allá afuera. También atardeceres. Hoy estoy de muy buen humor y podría pasar el día entero viendo películas viejas.

—¿esto es una zona segura?

—lo dudo.

La semana pasada vi dos películas con Bill Murray. La primera tenía más de 10 años de no verla: Lost in translation. La segunda nunca la había visto completa: The Live Aquatic with Steve Zissou. Bill Murray es un personaje que no me aburre nunca, ni siquiera en el comercial de la Jeep, que cuando salió lo vi unas 20 veces seguidas, quién iba a pensar que este año sería el año de la marmota por excelencia, despertando y haciendo las mismas cosas una y otra vez. También me gusta su lacónica manera de ser ante cualquier evento. En el drama y en la comedia, nunca estando en una cancha definitiva.

—Because I hate fathers and I never wanted to be one.

Siento que Bill Murray es el papá perdido que siempre quise tener para poder encontrar y posteriormente sentirme decepcionada. En algún momento de la película tiene ese rostro de papá triste que no ha quedado bien con nadie.

—¿cuántas veces al día pasa la basura?

—unas tres veces, una por la mañana y dos por la noche.

¿Había reconocido el horario de mi barrio sólo por sus sonidos? El periódico antes de las seis de la mañana, el gas cerca de las ocho y media, la primera campana del camión a las 9 am. Los bisqueses calientitos entre 10 y 12.

Hoy vi cómo una prostituta de la esquina rompía el espejo retrovisor de un carro y lo metía en su bolso. Yo iba caminando a tirar la basura. Volteé a ver a Alex y me devolvió la misma mirada de asombro. ¿Por qué haría eso?

Hace un tiempo, antes de la cuarentena, venía del súper y escuché a un señor hablando por celular. Yo estaba en la esquina del museo de San Carlos y Puente de Alvarado. Una esquina en donde hay una estación ecobici y varias prostitutas se ponen ahí. Aunque sea una zona roja, me gusta la portada de San Carlos, me gusta el jardín que colinda con el patio trasero, tiene jacarandas y es lindo cruzarlo, hace un mes el piso entero se tapizaba de morado. Por las noches cuando prenden la luz se puede ver la biblioteca del museo. Cuando crucé le escuché decir:

—Estoy por el monumento… sí… a unas cuadras, en una calle muy fea y oscura.

Me indigné. Al principio me pareció muy injusto, después pensé, sí, es una zona oscura, a veces huele a caño y hay mucha prostitución, quizá este señor vive frente al mar, o vive en un pueblito mágico en donde todo está adoquinado para recibir turistas. Quizá no entiende el significado completo de caminar por enfrente del museo de San Carlos en donde alguna vez vivió Santana y en algún mal sueño decidió vender la mitad del territorio, y que ahí adentro, a menos de 100 metros de distancia podría contemplar un Rubens, original, los domingos de la vida antes de la pandemia, eran gratis.

Y después hoy, esa chica rompiendo un espejo. A lo mejor sí, sí vivo en una zona fea de la ciudad y he querido romantizar todo por un parque con jacarandas y un museo barroco.

—Antes de irte, deberías de escuchar esto: te vas, pero te vas por y a tus cosas.

Si es una llamada de trabajo, el mundo se detiene o lo detengo, algo dentro de mí se enciende, como una urgencia por responder al primer tono. Quizá eso sea el fin de la sesión, el fin de un ciclo: dejar la queja a un lado para retomar una llamada de trabajo. Reset.

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