19/52 círculos repetitivos
El domingo pasado mi abuela me contó que «Garritas» la gatita nueva que adoptó mi madre hace dos meses no la deja de seguir a la cocina y observa todo lo que mi abuela hace, prepara o come. Y entonces me cuenta:
el otro día por la noche bajé a la cocina a prepararme mi cena y Garritas siempre quiere oler el plato de comida, pero esta vez le di la espalda y le impedí el camino, así que Garritas dio un rodeo y subió por el otro lado, trepando por los cajones pero al intentar subir se cayó con los trapos de cocina. Yo me reí de ella y Garritas se enojó y tomó el trapo y lo arrastró por toda la cocina. Hizo berrinche porque no la dejé hacer lo que ella quería.
En Breviario del olvido, Lewis Hyde habla de la necesidad de olvidar para poder seguir viviendo. Y menciona sobre todo el dolor que nos deja una persona que ha muerto. Los muertos deben tomar agua del río que cruza al más allá para que los vivos puedan olvidar y seguir con sus vidas. No dice «el más allá» habla del mundo de los muertos pero valga la redundancia no recuerdo con exactitud lo que decía.
Mi abuela recuerda muchas cosas de su infancia la mayoría las repite casi igual con pocas variaciones. Habla de cuando su familia vivía en una hacienda cerca de Apaseo el Alto. De cuando unas avispas la picaron y tuvo fiebre.
Hoy, domingo otra vez, mi abuela pica melón en la cocina para hacer agua. La Garritas sube e intenta robar un pedazo, mi abuela lo impide. Y dice: el otro día por la noche bajé a la cocina a prepararme mi cena y Garritas siempre quiere oler el plato de comida, pero esta vez le di la espalda y le impedí el camino, así que Garritas dio un rodeo y subió por el otro lado, trepando por los cajones pero al intentar subir se cayó con los trapos de cocina. Yo me reí de ella y Garritas se enojó y tomó el trapo y lo arrastró por toda la cocina. Hizo berrinche porque no la dejé hacer lo que ella quería.
Me voy a su lado y quito a la gatita y la llevo afuera de la cocina. A los diez minutos dice: el otro día cuando me iba a preparar la cena vino Garritas…
Otra vez te estás repitiendo, grita mi madre desde el comedor. Me quedo viéndola, su mirada encuentra la mía. Me contaste la historia la semana pasada, le digo. Mi abuela asiente con la cabeza y sigue cortando el melón.
Al terminar de comer mi abuela ve pasar a Garritas, y dice: el otro día baje a hacerme de cenar y la Garritas... Mi madre me mira, Isolda no dice nada. Dejamos que la abuela termine de contarnos la anécdota. Y sonreímos como si fuera la primera vez que la cuenta. Mi abuela ríe al final, le hace gracia su propia historia.
Lewis Hyde explica que las repeticiones en personas mayores tienen que ver con una atrofia en el lóbulo frontal. «es el cascarón de su antiguo yo, un lenguaje calificado sin un organismo lo suficientemente vivo como para continuar depositando capas nuevas», mi abuela es incapaz de colocar otro nuevo recuerdo sobre el que ya tiene de Garritas, cualquier experiencia posterior a la que tuvo se resume al día de esa cena, de ese berrinche, lo que me sorprende es la exactitud con la que repite cada palabra. Y el recuerdo siempre termina en: hizo berrinche porque no la dejé hacer lo que ella quería.
En esta etapa en donde la mente comienza a conservar solo algunos recuerdos, los más viejos comienzan a regresar con más fuerza. En el libro el autor deliberadamente comienza a repetir ciertos pasajes porque ningún lector va a memorizar la cita que aparece en la página cien y que reaparece en la página trescientos. Es un mecanismo con el que cualquier ser humano se ha topado, esto ya lo había leído antes… y sí.
¿Será posible vivir solo con algunos recuerdos? ¿Es posible que mi abuela olvide que fue ella quien me enseñó a coser en la máquina? ¿Y qué pasará cuando su mente de pronto solo seleccione un recuerdo que no sea el mejor que tengamos juntas? Si tuviera que elegir un recuerdo con mi abuela no sabría con cuál quedarme. Al final son la suma de todos los recuerdos los que hacen que una relación exista, buenos y malos, momentos cotidianos, un recuerdo muy simple como cuando mi abuela me pide que corte limones afuera de su casa.
Mi madre le ha regalado varios libros y mi abuela ha estado leyendo toda la semana. Hoy me contó con entusiasmo que está leyendo a un coreano, me muestra su libro, Byung-Chul Han, no sé si reír o llorar, me dio gusto que pudiera retener una lectura, aunque la lectura es sobre el imperativo de ser feliz en nuestra época y sobre la urgencia de la eutanasia. Quisiera ser candidata a la eutanasia, dice mi abuela. La eutanasia en seres humanos es ilegal responde Isolda. Mi abuela no dice nada, al rato se le olvida y comienza de nuevo con la historia de Garritas.