20/52 Cuba
En el hotel Nacional el chico que abría la puerta del ascensor me daba trato de princesa. Jamás alguien en la vida había sido tan cordial conmigo. Me preguntó si era de España y yo le respondí que no. A los 8 años nadie había confundido mi origen porque nunca había salido del país y los niños que me rodeaban daban por sentado que era mexicana. De golpe me vi en situaciones que nunca había pensado y que se quedaron por siempre en mi memoria. ¿Por qué pensaría que era española?
Los cubanos nunca tienen cruda porque van al malecón, corren y sudan la cruda en el malecón. No recuerdo si esas fueron las palabras exactas que usó mi papá desde el balcón del hotel en donde nos hospedábamos. Mi papá sólo quería tomar mojitos.
Yo tenía 8 años y era la primera vez fuera de México. Hasta entonces sólo conocía el calor del carro cuando se quedaba cerrado bajo el sol y al entrar el calor invade por completo el cuerpo. Conocía el calor de Acapulco, pero en la isla todo era muy diferente. La Habana me enseñó que hay distintos tipos de calores. El calor que guardan los edificios viejos, el óxido de los balcones, la brisa entrando en cualquier rincón.
También era la primera vez que estaba en un edificio tan alto en donde el mar, ante mis ojos, era más grande que la bahía acapulqueña.
Mi papá nunca salió a correr en ese viaje. En mi equipaje habían puesto un vestido azul marino de pana, porque era de los pocos que tenía, y me ahogaba de calor traerlo puesto.
Hortencia, la señora que me cuidaba en Cuba, era esposa de un académico que había invitado a mis padres a dar un curso. Me dijo que no podía caminar sobre el pasto de las jardineras, que a veces el pasto sólo cubría hoyos y me podía caer en alguno. Desde ese momento los montículos de pasto me recuerdan que abajo puede estar el abismo.
Cuando llegué a vivir a República de Cuba en el centro histórico pensé, escribí también, que no era una casualidad vincular mi primer viaje fuera de México con mi primer departamento de soltera. Redescubría la libertad de estar lejos de casa nuevamente.
La calle tiene ese nombre porque la primera vez que Fidel vino a México lo hospedaron en el edificio en donde vivía. Y rebautizaron la calle con el nombre de República de Cuba. Ahora hay un comercio de cubanos sobre la misma calle y cada vez crece más la comunidad cubana que llega a hospedarse sobre esa misma calle. ¿Casualidad? No lo sé.
Está plagado de primeras veces este texto. También es la primera vez que tengo un estudio. También en Cuba. Aunque ahora estoy inaugurando un nuevo futuro y un nuevo presente: Panamá. No conozco el país, hasta hace muy poco me enteré de la historia de su canal. Pero me gusta irlo descubriendo cada día.
¿Te mudas a panamá? me preguntó una editora por instagram.
No, sólo que así se llama el estudio que abrí con Abril.
Cumple 3 meses. ¿Cómo hablaré de Panamá en el futuro?
“No se puede hacer historia del presente”, esperemos, entonces. Disfruta el paisaje del tren que te lleva, me dijo una vez mi abuela, no trates de adelantarte.