21/52 el recuerdo más viejo

Idalia Sautto
5 min readJun 22, 2021

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“Fermín pregunta”

Cuando no quiero escribir pienso en cuáles son los argumentos que me detienen. Las cosas a mi alrededor parecen absurdas. A veces hago una lista de objetos que tengo a la vista. Es un lugar común, lo hago mucho con mis alumnos para hacer plática, pero sobre todo para que se pongan a escribir aunque sea una descripción sosa de su entorno.

Descripción sosa:

Lápices sin punta, plumones de dos caras, pinceles. Un portavasos de cartón que tomé de una cafetería porque me gustaba el dibujo impreso. Una taza que mi mamá me regaló hace diez años de la unicef. Un salero al que le metí tachuelas y gomas. Un flexometro de 3 metros que siempre cargo en mi bosla. Un reloj de micky mouse que mi abuelo me regaló. Una bolsita gris con un cierre verde. Un espejo de bolsillo con un gatito dibujado. Un labial rojo que hace mucho no uso.

—¿Cuál es tu recuerdo más viejo sobre escribir?

Fue la pregunta que me hizo S. la última vez que la vi. Recordé un sacapuntas eléctrico cuya base tenía una plaquita de metal que decía: inventario unam. En ese sacapuntas que permanecía sujetado a una mesa pasaba varios minutos afilando los lápices de colores que teníamos en casa. Después con esa punta recién pulida me ponía a escribir historias que comenzaban con la frase había una vez.

Cuando no quiero escribir es porque siento que estar con mis amigos es más que suficiente. El sábado vino de visita Manuel con Lala y pasamos horas hablando de los gatos, de si juegan pesado o juegan más o menos bien, si están pelechando por el verano, si se llaman con sonidos, si les gusta explorar el jardín, si se comen las agujetas, si son más juguetones que Fermín, si son como Fermín o son parecidos pero tienen otra personalidad. Horas hablando de los gatitos.

Pienso eso, si tengo un tiempo disponible para escribir lo puedo posponer porque prefiero acariciar a mi gato Fermín o porque prefiero estar viendo cocinas en instagram de una chica que vive en Hamburgo y cuelga hierbas de olor, y tiene tazas de diferentes tamaños, qué me importa estar viendo esa cocina, o actualizar mi bandeja de mail, o revisar si Simon Hanselmann ya subió la continuación del comic que está publicando poco a poco en sus redes sociales.

No quiero escribir pero sí quiero reunir a todos a escribir en mi fanzine de Los Chulos. Entonces en ese ejercicio me obligo a ver hacia dentro de mí misma, por qué no, por qué ahora no o por qué sí.

Por qué sí. Porque sí.

Porque siempre hay que estar disponible. Es la ley. Abril dice que siempre estoy disponible. Pienso en si eso será cierto.

Es más fácil decir sí, que decir no. Es más fácil decir sí puedo a una invitación improvisada. ¿Me acompañas al office? Sí. Aunque tengo hueva y sueño y va a llover. Digo que sí. Pero llueve y no iremos al office. Entonces pienso que ya acaricié a Fermín, que ya revisé la cuenta de Simon y ya vi cocinas en instagram y hasta en pinterest estuve viendo tarjas de cocina que nunca tendré… y ya fui a mi propia cocina a ver si muevo muebles o quito cosas o cuadros y no hay más: hoy tengo que escribir. Qué, no importa qué. Tengo que estar disponible también para mí.

Ayer mi abuela estuvo hablando de un novio que tuvo hace sesenta años y del que de un tiempo para acá se acuerda mucho de él. Se llama Roberto y le regaló un anillo con una piedra negra. Muestra su anillo y habla de lo buena gente que era. Mi mamá dice recordarlo también. Fueron juntos a la Alameda cuando ella era niña, y les tomaron una foto familiar con los Reyes Magos. En la foto él sale de perfil como deteniendo a mi madre. Mi madre era una niña. Eso fue antes de que mi abuela conociera a Checo. Me gusta mucho que mi abuela nos cuente de ese novio. Siento que logro descifrar otra parte de ella.

La semana pasada tuve un sueño en donde mi abuelo Checo llegaba con un mariachi a la casa de mi abuela. Qué hubiera pasado si mi abuelo hubiera sido Roberto. Será posible que engañemos a mi abuela en esa laguna mental de que en realidad se casó con Roberto. Que Roberto en realidad fue mi abuelo durante mi infancia.

Sería una cruda traición al recuerdo de mi abuelo Checo, pero quizá es una realidad con la que quisiera morir mi abuela. Pienso en como mi abuela ve sus manos, ve solo su anillo, pero yo veo sus manos. Y luego veo las mías. Y luego veo las de mi madre. Esas seis manos recargadas en la misma mesa. ¿Será posible que yo alguna vez sea madre? Cuando pienso en ser madre me acuerdo del documental del pulpo que se murió después de parir.

La muerte me hace pensar en las edades que tenían mis abuelos a la hora de morir. Todos pasaron los 80 años, excepto mi mamá Yuyes que se murió a los 76. Si algún día tengo 76 o tal vez 83 años, ¿cómo será verme las manos?, ¿cómo será mi reflejo en el espejo?, ¿cómo serán las marcas que el herpes dejó en mi brazo y que ahora se han ido alargando como si fueran estrías?

Escribir el recuerdo más viejo.

Estaba sacando punta a unos colores, en un sacapuntas eléctrico que me gustaba mucho usar. Cuando lo usaba su motor tenía un sonido muy peculiar al igual que el olor de la biruta. Con esos colores puntiagudos escribí una queja. Una vez que estaba muy enojada con mi abuela Lupe. Escribí todo lo que no me gustaba. Quién sabe qué habré escrito. No era buena con la ortografía. Escribí lo mucho que me molestaba. Sentí que era muy fuerte ese sentimiento para dejarlo escrito y decidí romper la hoja y tirarla. En la noche mi mamá me dijo que mi abuela había encontrado un papel roto en su casa y lo había pegado. Habían leído lo que escribí. Y todo eso estaba muy mal. Muy mal. El regaño fue bastante fuerte para una niña de 8 años que había escrito algo desde las entrañas del enojo y la había roto para que nadie la leyera. Traer ese papel roto y recompuesto me marcó para siempre. Ese es mi recuerdo más viejo.

A veces siento que por eso no quiero escribir. Escribir y ocultar están de la mano desde hace mucho tiempo. Esconder la escritura.

Escribir es estar disponible a que sucedan cosas en la mente, a imaginar, a modificar, mover de lugar. Escribir es dar esos rodeos de los que a veces no estoy segura a dónde quiero llegar.

Quizá sea eso, no quiero escribir porque de imediato busco esconderlo.

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