24/52 a mi papá
La semana pasada murió el padre de un amigo. Estuvimos platicando por whats diario desde que me dio la noticia. Su padre estaba sano de salud, sufrió una caída y murió de inmediato. Después me enteré por las cosas que se fueron compartiendo en las redes que era un tipo que rescataba gatitos, que jugaba frontón y que tenía su estudio de pintura. Su muerte me conmovió aunque no lo conociera. Por la noche de ayer soñé con mi propio padre. Estábamos en Tijuana y yo lo acompañaba a la garita para cruzar a San Diego. Mi padre no tiene visa, y tampoco tenía visa en el sueño. Le decía que quizá con un poco de suerte lograba pasar, que lo confundieran con gringo, al fin está rubio y tiene los ojos claros. Es ese tipo de lógica que solo se tiene en los sueños. Agregaba que cuando había mucha gente pasaban más rápido y a veces no veían los papeles. Después de caminar sobre arena, como si estuviéramos en una playa, aparecía la garita San Isidro. Me despedía de él con la mano. ¡Suerte!
Y entonces desperté.
En mi terapia no podía sacarme de encima ese sueño. La experiencia del sueño en donde mi padre solo afirma con la cabeza, nunca lo escucho hablar y cómo soy yo la que lo induce a cruzar. Cuando era niña mi abuela cruzaba esa misma frontera para comprar fayuca. Conocía casi todas las fronteras con Estados Unidos. En mi casa había un discurso, bastante enterrado en el imaginario, sobre cómo un mexicano se transforma cuando cruza el río, allá las normas parecen que sí existen; si aquí tira basura en la calle, allá no; si aquí se pasa los altos, allá no, etc.
En lo que va de la pandemia he hablado dos veces con mi papá, casi con una semana de diferencia. Por un momento pensé que la pandemia paradójicamente nos acercaría más. Pero no fue así. Poco después comenzó a dejar mis whats en visto, uno tras otro.
Intenté reconstruir a mi padre desde otro lugar que no fuera el reclamo y el abandono. Sacarlo de la casa de mi abuela que es como una tumba con vida. La casa de mi abuela tiene objetos de cuando ella vivía, es como si alguien estuviera esperando su regreso. Pero al no volver es como si las personas que van ahí estuvieran impedidos de transformar ese espacio.
Mi padre no es un mal ser humano, solamente está dedicado a ayudar a personas en la costa chica de Guerrero. Vive para otros pero no para lo más cercano, sino para aquellas personas con las que puede establecer una distancia. Y a veces existe esa esperanza y deseo de que pueda acercarse a mí, y que podamos reconstruir una relación diferente.
Si mi padre muriera como el padre de Ismael, pensé, ¿qué subiría yo a mis redes sociales?, ¿qué presumiría de él?, ¿qué reflexión haría sobre el hueco que deja en mí, si he vivido con su ausencia más de 20 años? Si lo más reciente su completa indiferencia. Duele más la indiferencia que un ataque directo.
«Es como si quisieras que tu padre se transforme en un mejor padre para ti, aunque sabes que no tiene visa» me comentó S.
Es cierto.
Pero soñar con él trae de nueva cuenta que quisiera tener un papá. Que tuve un abuelo y un esposo que fueron como mi papá. Y que ahora que no tengo a ninguno otra vez estoy caminando en esa arena de playa con él, aunque sea un sueño, ¿cómo se restablece esa relación?