24/52 fieltros
1.
Él lleva puesto un traje y un sombrero. El video está en blanco y negro pero en mi mente pienso que toda su vestimenta es gris oxford. Entra a una habitación que sólo tiene un televisor que emite el ruido de un noticiero. Él toma una silla y se sienta a examinar el televisor. La pantalla está cubierta con un fieltro. Se coloca unos guantes de box y golpea la pantalla. Hace esto por un par de minutos.
El video es largo y aparentemente no pasa nada.
El señor Beuys examina la pantalla con un trozo de embutido o con algo que comienza a pelar con un cuchillo. Pienso que puede ser un embutido y prefiero quedarme con esta idea que buscar en algún ensayo académico que quizá diga que es un pedazo de hule, una llanta o un dildo.
Quiero creer que es una salchicha procesada, sólo para que todo se vuelva más absurdo.
Después se harta y se va. Empuja un poco el televisor y éste sigue sonando.
No pasa nada más. Se termina.
2.
Nadie conoció a Joseph Beuys como persona. No sabemos la marca de cerveza que prefería, o el tipo de sociedad que podría haber admirado. No sabemos tampoco qué tipo de cosas hizo en la guerra. Sobre ese episodio sabemos que conducía un dive bomber que se fue a estrellar a un árbol.
Imagino la escena de Los amantes del círculo polar, el piloto Otto también lo salva un árbol. Pienso que la vida de Beuys tiene esa anécdota de ficción que encubre algo más oscuro. Algo que no podremos escudriñar en sus fotos a un lado de rosas rojas.
Cuando el dive bomber de Joseph Beuys se estrelló y logró accionar su escape a toda velocidad desde su asiento y caer desde un paracaídas en medio de una selva (Cfr. Joseph Beuys, we go this way, Violette Editions, 2001), lo rescataron un grupo de personas que envolvieron su cuerpo con fieltro. Luego abrieron su boca y le dieron de comer miel. Después se piensa, y se cree, que éste fue el motivo por el cual su material predilecto para hacer sus piezas haya sido el fieltro.
3.
En un performance, quizá de los más famosos que tiene, Joseph Beuys se cubre con un fieltro gigante y domestica a un coyote salvaje en el espacio de una galería. Le toma tres días hacer esto.
4.
La frase platónica “conocer es reconocer” me hizo mucho sentido cuando recordé la primera vez que estuve frente a la sala del Pompidou frente a un piano rodeado de fieltros enrollados. Me asombró el ambiente que generaba el fieltro y el piano cerrado. Sin saber quién era el autor quedé conmovida por el olor y la sensación de estar invadida ante un silencio rotundo, acompasado por todo lo que le rodeaba.
5.
En Google encontré un cover del performance I Like America and America Likes Me, sólo que en lugar de un coyote feral y un fieltro hay una cobija y gatos domésticos:
No pasa nada se termina, sin más.
También la escritura.
6.
¿Qué puedo golpear con las palabras sin usar unos guantes de box?
¿Qué parte de mí es envuelta en un fieltro para salvarme?
Estas eran dos de las preguntas que me hice antes de comenzar a escribir este texto. Después vino la imagen de Joseph Beuys. Después un trineo, un limón amarillo, un foco. Un piano en una habitación. Mi piano esperando un acorde. El teclado de la MacBook. El silencio. Un grillo. El vecino que tose. El rechinar de la puerta que se abre.
Encontrar en la escritura ese fieltro, o esa otra forma de escritura.