33/52 segunda dosis

La segunda vez que fumé marihuana estaba en segundo de preparatoria. Era algo que casi cualquier chico de mi edad había hecho. La segunda vez la recuerdo porque sí me pegó y la primera sólo me ahogó la tos. Nunca ha sido mi tipo de droga. La segunda vez que ingerí M estaba en una pequeña reunión de cumpleaños, debía diluirlo en agua pero decidí meterlo por mi nariz, el ardor me subió hasta por arriba de las cejas. El dolor duró un buen rato en irse, llegó antes el efecto. Veía todo muy brillante, exageradamente amarillo y anaranjado, los objetos parecían estar pulidos de las esquinas. La segunda dosis de Sputnik V fue ayer. En el brazo contrario al primer shot. Me dio un dolor que se fue prolongando del pinchazo al resto de la tarde y la noche y la madrugada. De la misma manera que me ha pasado con algunas drogas la segunda vez ha sido más potente y simbólicamente más importante. Cubro con esa dosis mi carnet de vacunación. Si alguien hace cuatro años me hubiera dicho que estaría haciendo fila para colocarme la segunda dosis de la vacuna contra la pandemia, no lo hubiera podido creer. Hace cuatro años estaba más preocupada por cambiarme de casa y dejar la colonia Juárez cuanto antes que imaginar el futuro no tan lejano. El terremoto ya me parecía demasiada sacudida en mi vida. La pandemia tiene un efecto de sismo también.

Imaginar el futuro siempre me ha parecido casi imposible. Escribo sobre el presente como si fuera mi única posibilidad de ficción. Este tiempo me parece un futuro anunciado en los cómics. También he comenzado a dibujar, a pronosticar lo que siento haciendo garabatos en mi libreta. Organizando mis ideas de cómic en un Excel. Y lentamente he podido desdoblarme desde la frontera de mi pasado, Acapulco y las palmeras aparecieron como una señal. Hoy estuve dibujando la portada de un cómic que he estado trabajando en un pequeño guion.

La primera vez que hice un cómic en mi iPad estaba curándome del covid. La segunda vez ha sido más placentero.