34/52 Tío Pepe (2 estrellas)

Idalia Sautto
4 min readAug 31, 2022

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Ayer fuimos al tío Pepe después de como tres meses de no regresar. Yo tuve un lapsus y dije vamos a don Pepe, y don Pepe en realidad es el señor que atiende la tienda de abarrotes. Alex me dijo qué quieres comprar, no, perdón quería decir, vamos al tío Pepé.

De inmediato me recordó que habíamos dicho que nunca más volveríamos. El mesero es muy grosero y siempre nos corren temprano. Le dije, vamos al tío Pepe solo para comprobar que: ya no hay tortitas de parmesano, ya no hay aceitunas, probablemente nos corran antes de que nos queramos ir.

Siento que este mes de agosto ha durado como 90 días. Han pasado muchas cosas, me dijo Alex. Y siento que sí. Siempre es un mes demasiado largo, muy lluvioso, un verano más por recordar. Algún día de agosto de hace 10 años murió mi abuelo Checo. La funeraria queda muy cerca de aquí, en un límite entre la Juárez y la Tabacalera. Recuerdo que cuando fui a su funeral tardé más de una hora en llegar, en ese entonces vivía en Coyoacán y pensé ¿por qué están velando a mi abuelo tan lejos de su casa y tan lejos de la mía? Ahora cuando paso frente a la funeraria pienso que jamás hubiera imaginado que fuera un barrio tan familiar para mí, la panadería que está enfrente, el cajero, el Santander de la esquina es ahora mi banco titular… todo ha sido parte de mi vida, incluso viví a 3 cuadras de ahí, y sin embargo lo primero que conocí de ese barrio fue esa funeraria. La veo y me acuerdo que ya no está mi abuelo.

Caminamos al tío Pepe por Reforma y luego dimos vuelta en el Hilton. Parecía que toda la gente quería ir ayer al tío Pepe, estaba a reventar. La barra más filmada de la ciudad de México seguía ahí, con su misma luz roja y blanca, sus botellas expuestas por atrás, sus espejos con la pátina reventada por el tiempo, sus fotos viejas que te anuncian que el tío Pepe está vivo desde 1869. Se ve que la cantina estuvo ahí antes incluso de que existiera el Barrio Chino. El enemigo de Luis Miguel, la serie, hace una transa por unos cuantos miles de pesos a un guey que pone un pésimo audio y le revienta el tímpano a Luismi, justo en esa barra del tío Pepe, ahí hacen todo ese entramado contra el sol. Ayer, en la misma barra, estaban tres hombres de mediana edad, típicos viejos lesbianos, cantando Naila y por qué me abandonas, a todo pulmón, tonta, si bien sabes que te quiero.

Nos atendió el mismo mesero de siempre, sin percatarse que somos nosotros, que nos ha visto miles de veces, qué quieren, dijo entre dientes, siempre pedimos lo mismo, es increíble. No había tortitas, no había aceitunas. Pedimos otra ronda y antes de terminarla, nos extendió la cuenta para que la pagaramos. Alex se enojó. Pero por qué te molestas, venimos justo a darnos cuenta que así son siempre, es un bar que vive del turismo, no les interesa tener clientes regulares, les vale, pueden rentar la barra a un comercial y sacar el triple.

Deberías de escribir una reseña de este lugar y decir que son groseros y que los odiamos. Me dio risa, como si yo escribiera reseñas para el Time out. Lo más que puedo hacer es escribir un medium al respecto.

A esa misma hora, mientras tomabamos un vodka tonic en el tío Pepe, se presentaba un libro sobre agua en la librería Volcana. Por la mañana, Amiel, la librera, me escribió para decirme si podía dejarle más ejemplares de Conjuros. Me llamó la atención que Adriana no me escribiera por simple cercanía, la editorial y la librería se encuentran en la misma colonia o por simple cordialidad, “voy a estar en tal evento”. A veces me encuentro repitiéndome a mí misma que no todos los autores de la pitzi deben ser necesariamente mis amigos. Y eso siempre me confrontó con ella, su forma tan politicamente correcta de llevar los procesos pero también la frialdad con la que actúa. Ayer le escribí a Abril, qué ingrato es el oficio del editor.

Por la mañana fui a mi análisis, después a una junta en el Goethe, y después a Cedro a recoger los libros. Olvidé cargar mi mochilita para la bici, así que llevé los ejemplares en una bolsa de plástico que puse en el manubrio. Cuando pedaleaba a Volcana los libros se balanceaban en el aire, en un vaivén que los hacía brillar porque el sol atravesaba la bolsa de plástico. ¿Sabrá Adriana que estoy haciendo esto para que su obra esté presente por la noche? Quizá sus libros aparecen en las librerías como los regalos de Santa Clós, como por arte de magia. El otro día me decía Mariano, qué curioso que nunca nos mencione en sus historias o en sus tuits. Adri podría ser presidente, sabe muy bien mover sus fichas, le respondí.

De regreso a casa, una vez que pagamos la cuenta en el tío Pepe, le dije a Alex si quería pasar a cenar al chino. Alex solo negó con la cabeza. Llegando hicimos de cenar quesadillas y nos pusimos a ver una película. Me quedé dormida a los cinco minutos. Desperté y leí un tuit sobre la posibilidad de tener una muerte súbita. Recordé que por la madrugada me había levantado de golpe para ir al baño. No puedo morirme sin antes escribir un mal review sobre el tío Pepe.

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