35/52 regresó
Estaba en una casa de playa. Por las ventanas se podía ver el mar a escasos treinta metros. De pronto comenzaba un viento súper violento y tenía que cerrar todas las ventanas. Llovía y el mar chocaba contra la puerta y ventanas. Desperté. Mi abuela se sentaba en un banco y éste se desplomaba, ella caía de espaldas y se lastimaba brutalmente. Desperté de nuevo. Entraba a una casa que no era mía. A mitad del sueño me daba cuenta que era la casa de una amiga de la secundaria. Me escondía en el closet y la veía llegar. Después escapaba por una ventana, muy al estilo de Irma Vep, pero sin el traje y sin la película. Me escabullía porque tenía miedo de que pensara que estaba ahí para robar algo. Llegaba a un terreno baldío e intentaba ubicarme en ese espacio para averiguar cómo regresar a casa. Estaba perdida. Desperté.
Desde que pasó lo de Ch. he tenido pesadillas. Quizá no lo he superado, puede ser. Lo repudio demasiado, pero es una opción.
¿Cómo regresar a casa?
Estoy editando un libro sobre el marasmo. Detenerse para poder avanzar. En el texto de Abril hay una frase que dice: esas cuatro personas ya no tenemos quién nos espere en casa. Su relato es sobre un recuerdo de la infancia, agregaría que alude al espíritu de una época en donde era imperativo volver a casa, en donde las abuelas estaban ahí para cocinar y para acompañar. He leído cerca de seis veces ese ensayo y cada vez se me presenta diferente. O presto atención a detalles distintos, como ese: ¿quién me espera para volver a casa?
Ayer estuve terminando una ilustración para un calendario que tiene como tema: cuerpo de agua. El territorio del agua en mi hogar es el baño. Apenas mi gato, Pantro, escucha que abro la regadera comienza a maullar para entrar. Si no abro la puerta comienza a rascar, hasta que abro y entra directo al espacio de la bañera y toma agua de la cubeta en donde cae agua o directo del piso que es en donde se forma un pequeño río. A los gatos les gusta tomar agua que fluye. Temen de los tazones con agua por mero instinto; el agua estancada tiende a enfermar. Lo que no fluye se muere. El marasmo nos da miedo precisamente por eso, porque si nuestra circulación se detiene, nuestro corazón se para. Y porque desde el siglo XVII que se descubrió el torrente sanguíneo se piensa el mundo en una enorme analogía de nuestro cuerpo, la circulación del dinero, el comercio es el movimiento de la mercancía, el feed infinito en nuestro timeline de noticias, los procesos creativos, la edición, los libros, la escritura, must go on… fluir. Pantro no toma agua detenida. Yo tampoco quiero tomar palabras que se detuvieron. Ya cada vez me da más repele usar sólo con acento y antes era una fiel opositora al cambio, hubiera votado rechazo en esa urna de la RAE. Pero, no, hoy veo ese sólo más cercano a la canastita que contiene la palabra foja que a mi lista de palabras favoritas.
El otro día, en un podcast, escuché que Tatatiu, la locutora, se fue de la ciudad a los siete y volvió a los nueve, sus amigos cambiaron. No recordaba quién era su mejor amiga a los seis, la olvidó por completo. De niño el desapego es más brutal, más rápido se cambia el chip, las viejas amistades se superan y se adquieren unas nuevas, como calcetines, sin tanto duelo. A mí me generaba mucho estrés que mis amigas se olvidaran de mí durante el verano. Muchas veces había cambio de amistades en el nuevo ciclo escolar. ¿De dónde viene tanto apego y tanta aferración a vínculos que hacemos de adultos? Si la culpa no la tiene Ch. que dejó de pagar la renta, la culpa la tengo yo por elegir esas amistades. Aléjate ya de esas personas, me dijo mi hermana el domingo. Lo dijo de tajo, como si me juntara con indigentes.
El otro día estuve sentada esperando a una amiga por más de una hora. Pedí de cenar y tomé dos tintos de verano, cuando llegó de verdad me pregunté y bueno, todo esto para qué… realmente quiere cenar conmigo o solo me citó porque así debe de ser, porque hay que festejar un libro publicado, porque “nos la debemos”, “porque il faut”, esa palabra que usaba Foucault para designar el imperativo de “se debe ser”. Para mí las amistades son o no son, me irritan las medias tintas. Si es tan complicado cuadrar una cena o una salida por unas chelas entonces algo está mal de raíz. Al terminar la noche solo quería tomar un té y dormir. Jorge me acompañó a casa caminando. Cruzamos Reforma y después entramos por plaza de la República. Me contó la primera vez que fue al Monumento a la Revolución. Después me platicó sobre unos dolores que tiene. No supe cómo ayudarlo, así que solo lo escuché. Es difícil sentir entusiasmo y emoción cuando te punza un dolor en los riñones, me dijo. Quise abrazarlo, pero soy muy torpe, no sé de pronto cómo actuar frente a una realidad tan directa y sin metáforas. ¿Estás viendo a un doctor? pregunté. Sí, respondió. Lo siento mucho, pensé o lo dije, ya no recuerdo. Ya no alcanzan las palabras para esos momentos importantes, para calmar un dolor o para estar a la altura de lo que me está contando un amigo. Me sentía un poco borracha y con ganas de vomitar. Pensé en tomar un té y calmarme. Y sí, funcionó. Por la noche no soñé nada.
Escribí este texto durante la semana. Haciendo pausas. Borrando, regresando al principio. Vuelvo a leer el libro sobre el marasmo y pienso en esta aplicación, medium. La palabra “regresó” la escribí desde mi celular. Hace unos meses quitaron la posibilidad de escribir desde la aplicación del cel. La rata 1 y yo nos quejamos mucho, incluso pensamos en cambiar de app, ¿a dónde se van a mudar? preguntó Mariano. No sé, a cualquier otro lugar que nos permita escribir en el celular. Después regresó esa vieja normalidad que tanto bien me hacía justo porque podía comenzar a escribir desde cualquier parte, acostada en mi cama, sentada, de pie, esperando entrar a mi análisis, en el sillón de Cedro, en la cocina mientras Alex prepara el desayuno. Retroceder es avanzar reza el título de un ensayo sobre el marasmo. Y sí… a veces regresar sobre los pasos, volver al pasado es entender, es avanzar.
En mi sueño hay una casa de playa. No vivo en Acapulco desde que tenía 10 meses de edad.