39/52 dile que está bien
Llegué al estudio después de comer. En el primer piso hay una fonda pequeña. Los niños hacen la tarea en el patio interior. Una niña tiene casi dos semanas seguidas saludándome a lo lejos con su mano. Hoy se acercó a mí y viendo al piso dijo: hola. Yo amarro mi bicicleta y la saludo. ¿Qué tal el día? ¿Qué aprendiste hoy en la escuela? Vimos pintura. ¿Qué te enseñaron? Los colores primarios. ¿Cuáles son? Rojo, azul y amarillo. Oh, muy bien, y si juntas azul y amarillo ¿qué da? Se queda callada. Después solo sale corriendo hacia adentro del restaurante. Su suéter es verde.
¿El mundo puede estar contenido en esos eventos tan cotidianos?
Quizá sea cierto lo que intuye Haroldo Conti, un día puede ser todos los días. Un día en la vida de la niña del suéter verde se aprenden los colores primarios y pocas veces se olvidan. En la primaria todo se puede reducir a aprender conocimiento universales. Hoy leí el cuento Balada del Alamo Carolina. Un día en la vida de un árbol viejo. Pareciera que todos los días de los árboles son iguales, pero no lo son, como no lo es para ninguno de nosotros.
Releí el texto que escribí ayer, tuve el impulso de borrarlo. Pero creo que más bien lo editaré.
Escribo cuando algo me sorprende, ¿qué tiene de especial que esa niña me diga que aprendió los colores primarios?
No sé. Quizá que yo no puedo colocar la fecha en mi calendario de cuánto aprendí a leer o aprendí que un color responde a un nombre, que se dividen en primarios y secundarios. Sí puedo decir que hoy es 19 de octubre de 2020 y que la hija de siete años de los cocineros aprendió esa regla del mundo.
¿Quién inventó la regla de los colores? Con seguridad alguien más viejo a Benvenuto Cellini. Pero él fue el primero en colocarlo en un tratado.
Yo también me detengo a pensar en la vida de los árboles de la acera de enfrente. Cómo es posible que crezcan del piso de cemento. Sé que no están en el cemento, que tocan el interior de la tierra, pero en un mundo tan artificial tocar la húmedad del fondo de esa tierra pareciera casi imposible. Y sin embargo ahí están. Imagino cómo la rama del árbol siente al pajarito caminar, dar un brinquito y luego volar. Imagino, como el cuento del álamo, que agita sus ramas con el viento intentando salir en un vuelo con todos esos pájaros. Imagino que puede observarme de la misma manera que yo a él.
El árbol que tengo enfrente se asoma desde la ventana del baño. Y es muy verde y muchos pájaros llegan ahí. La ventana es grande y vertical, así que a veces me subo al retrete y me asomo a la calle. No pasa gran cosa, pero pasa la vida cotidiana. El señor del gas, el camión de la basura y los borrachos que toman en la banqueta y juegan en las máquinas de la tienda de abarrotes.
Salgo a tirar una bolsa de basura. Y me encuentro nuevamente con la niña.
—Dice mi papá que puedes dejar tu bici acá adentro.
—Dile que está bien.