[4]3/52 Overcooked
Despierto por la noche porque tengo sed. Es más fuerte la sed que seguir durmiendo y aunque quisiera aguantarme decido salir de la cama para tomar agua. Me doy cuenta que mi vecino Walter tiene la luz prendida de su estancia porque se ilumina la ventana de mi sala. Tiene música y está riendo. Pienso que no es tan tarde, quizá me fui a la cama muy temprano. Escucho la música en un plano muy lejano, la poca luz que entra pega en el lomo blanquísimo de Fermín. Los gatos medio abren los ojos y después siguen dormitando. Voy a la cocina y busco un vaso en la oscuridad. Me sirvo agua y tomo. Regreso a mi recámara y presiono mi celular: 2:10 am. Intento dormir pero se me ha ido el sueño. Escucho los ruidos de la calle. El motor de un carro y las risas a lo lejos.
Estuve todo el día jugando Nintendo switch. Un juego que se llama Overcooked y que Abril traduce como “Chefcito”. Chefcito es un juego en donde uno es el chef: pica, hace y sirve la comida. Las comandas van apareciendo y hay que hacer todo en equipo sobre todo si hay más jugadores. Lavar trastes es parte del proceso. Hay varios tipos de personajes: humanos y animales. Yo siempre soy un gato amarillo. Alex es un mapache negro que está en silla de ruedas. Al principio de cada nivel hay que ver las complejidades que tiene cada cocina, por lo general perdemos porque no sabemos bien cómo movernos y quién hace qué cosa, improvisamos y es divertido porque pueden pasar todo tipo de cosas, desde perder la comanda hasta incendiar la olla en la que se cocina, y por lo general no obtenemos las estrellas suficientes para avanzar de nivel. Después, en la segunda ronda del mismo nivel, podemos ponernos de acuerdo. Tú pica, yo cocino y sirvo, tú lavas los trastes y revisas las comandas. Y así vamos avanzando de nivel. Sopa de papa, hamburguesas, fish and chips, son los ingredientes del primer mundo. Aún no llegamos al segundo mundo. Cuando termina la primera ronda de mundos hay una casita en donde una cebolla gigante nos va contando una historia y nos alienta a continuar. Para entonces ya eran las 8 de la noche y teníamos que partir.
El Nintendo switch es de Manuel. Siempre que juego Chefcito me quedo pensando si será una buena inversión comprarme el Nintendo, siempre digo que sí, nunca lo termino comprando.
Sobrecocido sería el verdadero nombre de este juego. Me gusta jugar porque no debo pensar en nada más, solo servir, atender, llegar a tiempo. Jugar a que estoy en una cocina con más comandas de las que se pueden servir. Lograr la mayoría. Que los comensales dejen propina o se vayan molestos. Alguna vez Abril escribió sobre este juego que nos gusta mucho a las dos. ¿Por qué jugamos a estar bajo presión de entrega? Un juego con control de tiempo, con urgencia de pedidos, con clientes demandando su comida.
Y desde que comencé a jugar más me doy cuenta que lo tenía muy castigado, la posibilidad del juego en sí. Me gusta el ocio. Pero me gusta más jugar a hacer cosas. Jugar mientras dibujo, jugar mientras platico, jugar mientras trabajo.
El pasado viernes estuve dibujando manos. Desde el año pasado Liz y yo acordamos tener un día a la semana para solo drogarnos y pintar. Lo hemos logrado con éxito.
Hoy es lunes. Leí en Twitter que hoy es el lunes más triste del año. ¿Después del 2020 aún hay días más tristes que otros? Ayer hubiera querido sentarme a escribir pero emprendí un viaje al sur, a visitar a mi mamá. Ahora mismo escribo sentada en la barra de la cocina. El motor del refrigerador hace ruido. Las campanas de la iglesia suenan a lo lejos y es como si nunca me hubiera ido de su casa. Jugamos a que la cuido, a que la consiento y a que le cocino. Ayer, contrario a los últimos días, pude dormir de corrido.