40/52 Fermín

Idalia Sautto
3 min readNov 8, 2020

--

Si ya sabes cómo se llama dame una pluma negra para colocarlo en su carnet. La siguiente semana le toca su vacuna. Puedo venir el viernes.

Se llama Fermín. Así lo nombró Isolda antes de saber que yo lo adoptaría.

Es un pequeño gatito blanco con los pies chuecos y la nariz manchada de mocos y mugre. Cuando lo bañé de la espuma gris salieron pulgas. Su llanto era como el de algunas ratas recién nacidas, muy agudo, muy doloroso. Sus almohadillas son rosas y sus ojitos son azules.

No puede entender cómo la ternura y el amor están tan estrechamente vinculados. Al terminar de bañarlo lo envolví en una toalla y le pedí a Alex que me ayudará a secarlo con la pistola de aire. Su carita estaba escondida en la toalla mientras iba secando su lomo. Tan pequeño parecía un peluche recién bañado.

¿Es posible adoptar un gato más en el hogar? Creo que aún es posible. Mi corazón dice que sí, quiero creer que tiene razón.

Este mes he estado editando un libro sobre/hacia el futuro. El texto de Wenzel resuena en mi cabeza. ¿Qué es el futuro? Pues depende quién haga esa pregunta. El futuro de la Mercedes es cambiar los motores de sus carros. Pero cuál es el nuestro. Ojalá fuera tan fácil encontrar los mecanismos que debemos cambiar, sin embargo, también los motores eléctricos traerán nuevos problemas en ese futuro ideal.

En mi futuro Fermín reposa su pequeña nariz rosa y duerme, en algún punto abre su boca y escurre su saliva de bebé, de gatito bebé. Este animal tan pequeño cabe perfecto en el hueco de mi brazo y se queda ahí durante los cuarenta minutos que dura mi junta por skype.

Mi tío Fermín era un tipo blanco de ojos claros, era un tipo adorable, también tenía las piernas zambas. No sé si Isolda nombró a Fermín en honor a ese tío Fermín que ambas tuvimos y que vivía a tres casas de distancia.

En ese pasado no sabíamos que estaríamos aquí. En ese pasado Isolda tenía un triciclo azul, yo tenía una cangurera de colores. Podíamos caminar por la acera de nuestra casa hasta llegar a la del tío Fermín. A veces solamente con salir lo podíamos encontrar haciendo cosas en la calle, era un tipo muy viejo, pero caminaba todo el día, también luego estaba visitando la maderería de la esquina. La esquina entera olía a acerrín, a madera cortada. Ahí Isolda pidió por primera vez una bolsa llena de biruta para ponerla en la jaula de su hamster. El primer animalito del que se hizo responsable teniendo tan solo cinco años.

En ese pasado ninguna de las dos podía imaginar el departamento de la Tabacalera en donde estoy viviendo. Isolda toma los signos vitales de Fermín. Acerca su nariz a su boca.

—Ush… qué mal le huele, pero salió negativo a su prueba de leucemia felina. Ya no lo bañes hasta dentro de 15 días.

Le doy la pluma que recién me regaló Walter, una pluma tejida que en la punta tiene una yama blanca y unos ojitos de plástico.

Isolda escribe su nombre: Fermín.

—Te dije que pluma negra, Idalia, esta es azul.

Ahora tendrá su nombre en azul, y sus medicamentos en negro, pero no creo que a nadie más le importe, creo que más o menos así el futuro, podemos saber lo que queremos escribir pero siempre aparece un factor sorpresa, algo que no tuvimos en nuestro control, el color de la pluma, la aparición de este gatito abandonado, nosotras decidiendo tenerlo, elegir que sí, que vale la pena por Fermín, que nombrar su vida nos trae felicidad.

--

--

No responses yet