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Cuando mi abuelo murió mi abuela sacó más de cien películas porno del closet de mi abuelo, estaban en súper ocho, pasando por beta, vsh, y dvd. También una colección de libros y revistas. Todo estaba apilado en el garage de la casa junto al tambo de la basura. Eché un ojo y vi que algunas revistas porno eran una verdadera reliquia, las fechas iban de 1965 a 1970, y todas eran gringas, pertenecían a la revista Evergreen Review, tomé una al azar y fui al índice, entre los colaboradores estaban William Burroughs, seguí hojeando y vi un anuncio de Malboro, después una postal para suscribirte. La volví a dejar en la caja y entré a casa de mi abuela para preguntarle si me podía llevar esa caja de revistas. Mi abuela me miró desconcentrada. ¿Por qué querría llevarme algo de la pornografía de mi abuelo? En estricto sentido esas revistas no me parecen pornográficas, respondí, sin que en realidad ella me cuestionara, me dijo que sí y fin.
Después decidí ir regalando esas revistas a la gente que conocía, que podría interesarles su sentido histórico, y a lo largo de estos 9 años sin mi abuelo, solo tengo conmigo una de esas revistas. Ayer mientras recogía la ofrenda que pusimos en casa, me detuve a observar el rostro de mi abuelo. Una fotografía que casi no tengo presente porque mi hermana me prestó el retrato para mi ofrenda. Alguna de nosotras le tomó esa foto porque mi abuelo mira hacia abajo, así que es justo como lo recordamos, muy alto, mirándonos a veces un poco encorvado. Luego pensé en mi abuela. En cómo se dedicó a limpiar y vaciar el closet de mi abuelo. ¿Qué sentía mi abuela o qué podía pasar por su mente al encontrar todas esas películas?
La primera vez que tuve acceso a una película porno fue con una amiga de la secundaria, Liz, que descubrió la colección de películas que tenía su papá. Me invitó a su casa a enseñarme una de ellas. Vimos unos minutos de esa película como un acto antropológico, como cuando uno descubre cómo cogen las jirafas, porque en realidad nunca había presenciado cómo cogen los humanos, yo tenía 13 años en ese momento. Liz me había abierto el universo del porno en 15 minutos. Salí de su casa pensando que eso era coger. Y en mi mente, durante algunos años más, la nomenclatura de sexo y de porno tuvieron la misma imagen.
En una de las tiras de Simon Hanselmann el diler de mota que tiene Megg y Mogg es una tarántula de aspecto repugnante. Al entrar a su casa se dan cuenta que el díler está viendo porno de tarántulas con humanos, tienen que comprar mota y negociar con su díler mientras este observa su película. Ver porno para mí, me decía M., es como estar en otro estado de la conciencia, como realmente dejar la mente en blanco y entregarte a esos minutos para desconectar con el resto de las cosas y después poder conciliar el sueño. Mi amigo Ch. me contó que un día en la gira con los músicos con los que iba tenían un chat para intercambiar videos, a él lo incluyeron en ese chat y cuando se dio cuenta de qué iba se salió. Apartir de entonces le comenzaron a hacer bulling, como si por el hecho de no querer ver esos videos fuera un maricón, él me lo contó y me dijo ¿por qué querría ver los mismos videos que ellos ven? Es como si deseara exactamente lo que ellos desean y no es así.
En la Novela luminosa de Levrero escribe cómo le dedica un par de horas a editar unos videos porno que bajó de internet, con un programa de edición bastante básico, esto pasa en el año 2000. Parte de su rutina es ver un rato de porno y luego editar esos mismos videos con otros videos. Quizá lo que más me gusta de la Novela luminosa es la honestidad con la que está escrita y cómo la vida cotidiana de Levrero va zurciendo la trama narrativa. Hace como un año mientras la estaba leyendo sentía que pocos escritores escriben con esa resolución, sin temer a dos cosas: la intimidad y la repetición que proviene de la misma intimidad. La vida cotidiana es repetitiva, buscamos salir de esas repeticiones con divertimentos, leyendo, viendo otras cosas, escuchando historias, etc.
No sé qué es ver porno en el sentido utilitario, o sea, de usarlo para satisfacerme, de verlo como diversión, lo encuentro aburrido y básico, siempre desde una perspectiva que proviene del deseo del hombre.