41/52 Pedro

Idalia Sautto
4 min readJan 5, 2024

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No conocía mucho de la vida cotidiana de Friedeberg y el documental retrata mucho de su día a día hasta poco antes del Covid. Su casa es como un museo en sí misma, me recordó la vez que visité el estudio de Pedro Ramírez Vázquez. Casas que en sí mismas cuentan una historia. Si el tiempo es un objeto, como dicen las últimas teorías, el tiempo está en los cuadros, ceniceros, tapetes, libros, cajitas, esculturas que se van acomodando una encima de otra, construyen su propia línea del cosmos. Para Pedro cada objeto es especial, “hay que cuidar de no romper nada porque si no el Dios de ese objeto se puede enojar”.

Al comienzo vemos a la abuela de la cineasta, arranca muy bien en ese sentido. Nos habla de cuál fue la motivación principal para contar la historia de Pedro. Y cómo su abuela tiene un cuadro que creció observando en su casa y cómo se acercó a ese personaje primero desde la historia personal. Ese parte autorreferencial de la cineasta me recordó mucho el tipo de escritura que me gusta, la que busca detonantes en lo biográfico y que después va tomando caminos inesperados.

Friedeberg habla de él, un poquito aburrido de contar más o menos siempre lo mismo, pero reconoce que fue gracias a un artículo de Ida Rodríguez Prampolini, historiadora del arte (vieja escuela), lo que hizo que se catapultara como artista renombrado. Entre Pedro e Ida hubo una gran amistad, y de eso también nos cuenta el documental, cuando hacen un viaje a Veracruz a visitar a la ya muy viejititita Ida. No sé, me dio un poco de senti ver el ocaso de una mujer con tanta trayectoria. Pensé, este es el final de una historiadora del arte, ¿hay algo más? ¿por qué quisiera que hubiera algo más?

Como sucedió en su momento con Justino Fernández, también Ida R. Prampolini fue artífice de que muchos artistas, incluido Pedro, hicieran una carrera como artistas reconocidos. Su mirada y sus propias investigaciones dotaron de sentido lo que estaba siendo expuesto. Escribiendo sobre ella, me puse a buscar más información y encontré algo que nada tiene que ver con Pedro o el documental, pero que me gustó mucho: el legado de Ida.

Pedro vive con sus gatitos, Internet y Netflix, y él mismo es un desertor de esta teconología, utiliza el teléfono fijo y se reusa a usar correo electrónico. Se muestra muy harto de atender las mismas entrevistas. Y al final, aunque rejego, sí hace un vínculo con la cineasta, previo a mucho hacerse del rogar, of course.

Hubiera sido un gran documental si la cineasta no hubiera metido su problemática existencial a la película. Sus dudas sobre lo que está haciendo, si está bien o mal, como si fuera un libro vacío de Vicens, pero creo que lo chocante es cuando muestra conmiseración de sí misma en la pantalla, hizo que la grandeza de lo que tenía se opacara. Sobre todo porque tiene un gran personaje enfrente, Pedro Friedeberg, hasta su abuela es muy genia. Y sí, es cierto que se muestra la amistad, pero hubo cosas que se pudo ahorrar. Quizá la culpa no la tenga ella, sino el editor que haya entrado al quite.

Para Alex fue muy doloroso ver cómo cambiaba la exposición del foco en una sola toma. Yo no lo hubiera notado hasta que me lo estuvo mostrando. Y cada que ocurría era como noooo…

Aún así… me parece un buen documental. Es difícil juzgar tan a la ligera porque se entiende que el personaje es complicado. Pedro, es un hombre ya grande, quisquilloso, voluntarioso en el sentido de que a veces no está de humor para escuchar o para ser grabado. Pero a veces puede levantar el teléfono e invitar a su documentalista a Venecia todo pagado. Y esto suena a manipulación.

Tengo sentimientos encontrados con este docu. Recordé cuando estudiaba historia del arte, y cómo curadores y artistas comienzan a tejer una relación de codependencia. Esa pirámide imaginaria en donde hay personas que están por encima de otras. Y así me pareció un poco el documental. Muestra esta parte absurda del mundo del arte de la que se burla el mismo Pedro, pero del que es también un agente activo. El clásico ambigüito te ves más bonito.

Por otro lado, me gusta que no tenga un apego al objeto del arte, que sus gatos puedan pasearse por encima de una serigrafía que está por firmar, sin que esto le moleste en lo absoluto. ¿Podemos conocer más a las personas sólo observando la relación que tienen con sus animales de compañía?

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