47/52 el tío Pepe

Idalia Sautto
2 min readDec 10, 2021

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Ayer salí a cenar con Liz. Dejó su carro afuera de mi casa y caminamos hacia el centro. Ya es Navidad en todos los puestos que se ponen sobre Avenida Juárez. El barrio chino estaba a reventar. Entramos al Tío Pepe y nos sentamos en uno de mis gabinetes favoritos en donde por lo general se instala el dueño del lugar con su laptop a hacer finanzas del bar.

En el gabinete hay una celosía de madera y por dentro unos espejos tan viejos como el lugar. Liz traía los labios pintados de café oscuro, casi negro. Yo no traía labial. La veía en su reflejo y pensé en lo bien que se veía ese color. Le pedí que me prestara el labial y me pinté los labios en esa luz mortecina del lugar. Creo que nunca los había pintado tan oscuros. Fue como aplicar un contraste a mi rostro. Hacer aparecer la boca de golpe hizo que mis ojos se encendieran también. Liz pidió una cerveza y yo un vodka tonic. Estuvimos platicando sobre nuestras pesadillas y sobre lo que pudieran significar, sobre todo aquello que reprimimos. Cuando siento que estoy escondiendo algo prefiero hablarlo o escribirlo. Es como si con Liz pudiera voltear mi bolsa y observar todo lo que tiene el forro perdido entre las junturas.

Le conté del reto de escritura, de cómo hacia el final del año siempre había un recuento de daños o de aciertos. De cosas que significaron una ruptura dentro de la vida cotidiana. Me contó que quería buscar una amiga con la que había tenido unos problemas y finalmente se dejaron de hablar. La verdad es que ya no la busqué, creo que solo quería hacer las paces conmigo misma, me dijo Liz, visitar esa amistad del pasado y ponerla en un sitio.

Hablamos también de cómo hay un punto en la vida en donde puedes decir: mi vida estuvo marcada por ___ y por ____. ¿Cuántas cosas realmente nos pueden modificar como personas? Hicimos planes para el futuro. Caminamos de regreso sobre Independencia pensando en cenar en el 123 pero estaba cerrado. Así que tomamos Bucareli, entramos a la Tabacalera por Av. de la República y le platiqué de mi lugar favorito a donde siempre voy con Alex. Terminamos ahí cenando pizzas. La mesera se llama Karen y siempre me recibe con mucho entusiasmo.

Me gusta que diciembre sea como ese mes en el que está permitido elaborar fantasías, aunque cualquier mes es susceptible de planear e imaginar, cambiar de año tiene escondida esa magia de que quizá si podamos dar borrón y cuenta nueva a nuestros propios deseos.

Los ojos de Liz (n_n)

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