52/10 rendirse
El domingo pasado leí un libro titulado La mirada imposible. Un ensayo que publicó Wunderkammer Editorial en Girona. Quedé asombrada en cada apartado, pero más el final que tiene. Desde el principio del ensayo estaba dirigido hacia ese no lugar que tiene la escritura, pero no lo pude prever… un poco porque en los ensayos nunca espero un final imprevisto. Me sorprendió y quise de inmediato compartirlo. Como sucede con casi todos los libros que me gustan, hay pocas opciones de que ese compartir suceda de inmediato. Toda la semana estuve preguntando a Mariano si había tenido oportunidad de leer el libro que le había prestado, es pequeño, no es tan tardado de leer. —No. Aún no.
Ahora mismo quisiera citar el libro pero no lo tengo. Así que solo hablaré desde la memoria. En el comienzo habla sobre cómo nace la inquietud del ser humano de observar solo por placer. El autor dice, el Renacimiento nace en el momento en donde Petrarca decide subir a la montaña y observar su ciudad desde ahí. Esa panorámica que tiene desde arriba solo por el gusto de contemplar, “el placer de mirar” es una actitud artística que marca un antes y un después de una época. Recordé que Arnold Hauser menciona que el comienzo del Renacimiento se da cuando los pintores deciden dejar de colocar un paisaje o una arquitectura detrás de los retratos, cuando lo que se tiene es un escenario y los rostros son iluminados artificialmente por una luz que viene del ángulo superior izquierdo y el fondo se va a negros. La imagen del hombre ya no importa en el contexto, importa más su representación “teatral” por decirlo de alguna manera.
Ambas nociones se acercan. Por un lado el juego ficticio de luces y sombras en la pintura, por el otro, el placer de contemplar. ¿Cuántos comienzos del Renacimiento podríamos enumerar? El Renacimiento comienza cuando existe la noción de autor. El Renacimiento en realidad comenzó cuando Burckhardt lo nombró, lo etiquetó y catalogó en el siglo XIX, no tiene una fecha consolidada en el siglo XIV o XV. Pudo comenzar con la caminata de Petrarca a la montaña o con Durero arreglándose con un pincel los caireles en su autorretrato.
Sin duda seguimos siendo renacentistas, a eso iba el ensayo de La mirada imposible. Seguimos buscando lo mismo que Petrarca: perspectiva. Salirnos de nuestra comarca para poder contemplar las cosas desde lejos. Ahí se juega la mirada imposible. ¿Quién realmente puede salirse del todo y observar como lo hace Google Earth? ¿Quien estaría en ese lugar? La respuesta rápida es Dios. La respuesta complicada es que estamos solos y carecemos de esa mirada. Ese lugar vacío causa todavía mucho malestar.
Hace un par de días Abril me recordó ese episodio de Los Simpsons cuando Homero se queda con los brazos atorados en dos máquinas de refrescos. Están a punto de cortarle los brazos los bomberos. Luego se dan cuenta que la solución es más sencilla de lo que parece, Homero tiene que soltarlas para que pueda liberarse. Solo suelta las latas. Este mantra me acompañó esta semana de diversas maneras.
El oráculo de colores me hizo recordar que para avanzar solo es necesario soltar. Estaba muy estresada por ciertas decisiones editoriales que obstruyen la salida de un libro. La publicación me emociona mucho. Hago libros solo por el placer de ver nacer una publicación. El estrés se empezó a notar en un tic ligero en mi párpado. La carta que me recomiendan escuchar, interpretar: “your inner voice”, tiene el color gris y pertenece a la paleta de los blancos. Es una carta que dice Surrender. En el mundo occidental solo los perdedores se rinden, la renuncia está vista como una debilidad; en oriente es la posibilidad de fluir, de no estancarse, no aferrarse. “Suelte las latas, señor Simpson”.
Esa carta blanca junto con el mantra de los Simpsons y el ensayo sobre la mirada me hicieron preguntarme de nuevo, algo que había dado por sentado: ¿de qué naturaleza está hecha la condición humana?
Fui con Mariano a ver Batman, al salir me dijo que Batman ya es un mito griego, ya no es necesario contar que es un niño huérfano, hijo de millonarios, para contar su historia y la de ciudad Gótica. Ya todo eso está dado por sentado. La mirada imposible aún recuerda de dónde viene nuestra necesidad de escribir, la posibilidad de colocarnos en ese lugar ocupado por Google Earth e intentar hacer un mapa completo de las situaciones. En ese mapa, ya no importa si sueltas o no las latas, en ese mapa muchas personas están a punto de perder los brazos, ya solo importa contemplar el espectáculo.
Qué cerca estamos de Petrarca y qué lejos estamos de Dios.