52/11 Prensa

Idalia Sautto
2 min readMar 22, 2022

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Olvier Schrauwen, Vida paralelas

Estoy afuera de un local cerrado y un amigo abre una puerta para que yo pueda pasar al baño. En el camino me encuentro con una libreta vieja de apuntes. Parecieran apuntes de anatomía, el lenguaje no lo entiendo muy bien, puede que sea italiano, paso las páginas, una a una, hasta que casi al final de la libreta me encuentro entre las páginas un calzador plateado. En la tercera de forros viene el nombre del autor: George Constanza. No puedo creer que la enorme coincidencia. Saco mi celular para tomarle una foto. Despierto.

El otro día olvidé cómo se llamaba la herramienta que se usa en algunas imprentas o talleres para sujetar papeles y engomar. Quería la palabra para poder decir “hay que comprar unos ____, para poder engomar publicaciones”. ¿Pero cómo se llaman? Después de unas horas, en el scrolling infinito de Instagram, un taller que sigo puso una foto de las “prensas”. Cuando descubrí que la palabra olvidada era “prensa” me sentí defraudada, como si esperara algo más de esa nomenclatura, como si “prensa” le quedara corto.

¿No hay otra manera de referirnos a las prensas? Google me sugiere que si busco “prensas” también me pueden interesar “sargentos” otro tipo de prensa. Pero la prensa-sargento es un subtítulo de prensa a secas.

Cuando cierro los ojos y pienso en el comienzo de Orlando, en mi recuerdo inicia siendo mujer, no había duda de su sexo aunque la época contribuyera a disfrazarla. Pero no es así, comienza siendo hombre. Si yo fuera John Wilson, el documentalista, me aferraría a cambiar el comienzo de la novela, que inicie siendo mujer y luego se transformé en hombre.

“No mi voluntad, mi salud y mi justo temor han suspendido tantos días mi respuesta”(1)

(1) Con esta excusa comienza la carta a Sor Filotea de la Cruz escrita por Sor Juana. Después del Covid no he tenido ninguna otra enfermedad que afecte mi salud. Usar la salud como un pretexto es una fórmula tan antigua como los versos de Sor Juana. De niña me interesaba mucho en explorar libros tomados al azar en el estudio de mis padres. Muchos eran apuntes de sus materias. El único libro de poesía era uno de Sor Juana. Hace tres años en la feria del libro de Zócalo compré una edición muy bella que sacó la UNAM de la Carta a Sor Filotea de la Cruz.

Para esta entrada escribí el ejercicio que le dejamos a nuestras alumnes en el seminario de Lapis. Un sueño, un objeto olvidado, una cita al pie. Tantas maneras de escribir el comienzo de un texto para indagar en la profundidad de lo que somos.

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