52/17 box
Mi papá es un aficionado del box. También a mí me gusta, aunque hace años que no tengo televisión por cable para verlo, pero cuando en un restaurante me topo el box, lo disfruto, es un gusto adquirido desde que soy niña. Ver cómo dos hombres se desfiguran la cara y escupen sangre es una manera de exhalar el enojo. Prefiero mil millones de veces el box que el fut. Cuando llegué a las oficinas de Tierra Adentro, en ese entonces RC editaba una revista sobre Box: Esquina boxeo. Claro que por supuesto que puros hombres al frente, ¿cuota de género? Nombre qué es eso, si las mujeres no saben de box… seguro incluir una mujer no fue algo que estuvo a discusión en el comité editorial, ni para traducción ni para gráfica incluyeron una mujer, pero ese no es el round, mero comentario al margen, el mundo editorial antes del #metoo. Al final, sí, era la única revista que se dedicó a nuestro deporte nacional, lo que mejor le sale al mexicano: dar madrazos.
Hasta hace algunos años me di cuenta que era una persona bastante violenta. Rompo cosas, azoto puertas, doy golpes a la mesa y la última vez le di un manazo a Berenice, la riso de Cedro. En mi mente, golpear un aparato electrónico los hace reaccionar, funcionar. En Twitter vi que se le acusa a Johnny Depp de dar puñetazos en la pared. Y es interesante que tan normalizada tengo ese tipo de violencia que la acusación me pareció un poco exagerada. ¿Qué tiene de malo darle un golpe a la pared?
¿Qué se hace con esa energía acumulada al final del día? Siento que he vivido enojada toda mi vida… es exagerado, lo sé. Selma me dijo que no puedo universalizar mis sentimientos y circunstancias en todo o nada, nunca, siempre… Incluso literariamente esas palabras se deben editar o evitar, puntualizar más lo que estén enjuiciando. He vivido enojada por cosas que luego ni sabía que estaba enojada. No sé cuánto tiempo pero más de lo que puede sostener mi memoria, por decirlo mesuradamente. Más bien muchas veces me siento como el meme:
El Negro hace box desde que lo conozco. También escribe crónicas sobre peleas, “nunca aceptes un tiro si no hay dinero de por medio”, es una declaración de principios que leí en sus textos de la paleta payaso. Me invitó a sus clases de box la última vez que lo vi y que fuimos a hacer cerámica. Estás muy enojada, ven al box, te hará sentir mejor. Y luego como todas las cosas que son nuevas para mí, me estuve resistiendo. A cada invitación tenía algo mejor qué hacer o no hacer. Ayer pensé por qué no quiero ir, quizá me sienta bien.
La clase dura dos horas y el Negro me vendó las muñecas y los nudillos para no lastimarme, el profe me prestó unos guantes. Primero el calentamiento y luego la sombra. Posición al frente: avanzar, meter el cuerpo, tirar al rostro. Me tocó hacer varios ejercicios. Me costaba sobre todo dar con el codo, porque mi mente me hacía levantar el codo, cuando en realidad es colocar el brazo firme y girar la cadera con el cuerpo y como resultado el codo entra y pega. Una de las chicas más avanzadas, la clase es multinivel, me estuvo enseñando. No tengas miedo, entra. Pero no podía. Me daba miedo tirar. Cuando le tocó a ella, sí entró y sí me dio mis golpes. Se sintieron bien. Unos manotazos alivianadores. Me sentí en confianza y pude tirar y por supuesto me bloqueó. Sí, mover los brazos, tirar el golpe. Primero derecha luego izquierda, agacharme, sentadilla, y de nuevo. Una serie de movimientos que me drenaron la cabeza, la mente. Durante esas dos horas solo estuve ahí, sintiendo mi cuerpo, mis manos y la forma en la que avanzo hacia el oponente.
No des brinquitos porque pierdes el equilibrio. El box es parecido al baile, quiero decir cuando es así, controlado, tiros y respuestas pactadas, alguien tira, alguien responde, entonces es una serie de movimientos que semejan estar en una coreografía, en donde el jab se encuentra con el guante.
Mi papá me habló el día de mi cumpleaños. Fue una llamada breve, una felicitación simple, sin adjetivos. Nada más que eso: padre. Palabras coordinadas, diálogos aprendidos, cómo estás, bien y tú, bien, más viejo, yo igual, te cuidas, también tú, y qué harás, nada, aquí. Palabras sin filo, sin golpear los recuerdos.
Ayer, hoy, mientras camino hacia la fonda de confianza… me quedo pensando en esa violencia canalizada que simboliza el box. A veces la escritura no es suficiente. A veces hacer las paces, dar la mano, decir todo estará bien, tampoco. Queda ese resto, esa rebaba que funciona para eso, golpear, meter el codo, dar en los nervios. Liberar esa pequeña furia contenida. La poesía es ese pedazo de tiniebla, Borges dixit. Odio un poquito a los poetas, no es una sorpresa encontrar que son esos excluídos de la república a los que les gusta el box.