52/19 Maco
Mi papá cumplió 70 años el pasado miércoles. Por lo general le escribo un mensajito o le hablo por teléfono pero muchas veces su teléfono está sin señal por el trabajo que tiene, aún no se jubila. Ese día decidí caminar a Cedro porque tenía cita con mi dentista por la tarde noche. Le hablé por teléfono mientras caminaba y me dijo que estaba en la ciudad de México. Que estaba justo llegando a Spay me. ¿Gatito o perrito? Gatito. Que en realidad había venido porque su prima había muerto y estaban aún los rosarios. Así que iría a una de las misas por la tarde. ¿Por qué no cenamos después de tu dentista? Le dije que sí. Que era un buen plan porque mi dentista queda justo a una estación de metro de donde él estaba. Colgamos y llegué a mi estudio. Pensé en que usualmente digo que no cuando me invita. Mi papá nunca avisa cuando viene a la ciudad, entonces a veces me ha hablado por teléfono para invitarme a cenar y yo estoy a punto de entrar al cine o haciendo cualquier otra cosa que me imposibilita detener mi vida y hacer un plan con él. Y ese día pensé que se habían acomodado las cosas, yo estaría en el sur de la ciudad, él también, Isolda también, podríamos festejar su cumpleaños los tres.
No habían pasado ni diez minutos y recibí un mensaje de Manuel con el sticker de Juan Gabriel detrás de la palmera. Después me dijo: Acabo de conocer a Maco, hoy, en su cumpleaños. Vino a los rosarios de su prima. Resultó que Manuel estaba en Spay me por una emergencia con el Novio, su gatito negro, y mi papá estaba hablando por teléfono conmigo cuando él llegó. Me pareció una coincidencia muy bizarra pero muy feliz al mismo tiempo. Son como dos cruces de las líneas del tiempo que nunca esperé que se juntaran. También fue una noticia muy alentadora que después de más de 25 años pasaramos juntos un cumpleaños con mi papá. ¿Cuántos años han pasado desde que no estamos juntos una fecha como esta? Isolda me miró, y dijo: no tengo ningún recuerdo de festejar con él su cumpleaños.
¿Quién es este extraño al que llamamos papá? Es un pensamiento que me viene muy seguido a la parte central de esta anécdota. A veces quisiera no escribir sobre mi papá, pero justamente por eso es que debo escribir, porque se aparece en mi vida como una resistencia, como un deseo; el box, como una voz que me lastimó en la infancia; qué ignorante eres, como un hombre viejo que sigue apuntando a lo que él considera mis defectos: ¡qué cachetona estás! No son de aire, ¿verdad? Y parece que no se da cuenta que sus bromas son agresiones, que no tendría por qué meterse con mi cuerpo, con si estoy más o menos cachetona.
La mujer de mi papá, mi madrastra, actúa como madrastra, se mueve como madrastra y tiene ese perfil redondo de ser mala madre con nosotras, de colocar la distancia de la no materninadad, entonces, ahora, después de varios años de distanciamiento con mi hermana, sobre todo, con Isolda, intentó congratularse: Qué bonito el libro que publicaste, ¿son los dibujos de Idalia? No. Las ilustraciones son de Liz Mevill, corregí. Lo único que nos revela es que ni siquiera ha podido leer la portada del libro. Ah, entonces qué fue lo que hizo Idalia. Pues editarlo. La editorial es mía.
Me acordé de una vez que Abril y yo fuimos al Tlachiquero por unos mezcales y unas cervezas. Habíamos presentado unos fanzines en la galería Vértigo (rip) y entonces salimos muy contentas queriendo festejar y hablar. Y estábamos ahí muy felices cuando llegaron de la nada dos chavos a hacernos la plática, como haciéndose los chidos con nosotras. ¿Y a qué se dedican o qué? Abril dijo soy editora, tengo una editorial. Ah qué padre respondió el chavo y ¿cómo se llama tu editorial? Random House, dijo Abril. Y el chavo dijo ah qué padre, no la conozco. Pensé en esa anécdota escuchando a mi madrastra. Sí, muy bien podría decirle que mi editorial se llama Planeta, y me diría ah qué padre.
Pero de eso estan hechos estos momentos… que de tanto esperarlos parecen que serán únicos en su especie. Y luego resulta que no, que mi papá vino a cenar con nosotras pero también con su esposa, y que la cena tendría todos estos rellenos narrativos en donde las personas a veces deberían guardar silencio. Interpretar silencios sería más interesante que narrar lo que sí salió de sus bocas.
Este extraño que seguimos llamando papá cumplió 70 años, vino a los rosarios de su prima, pero coincidimos para cenar con él. No hubo pastel.