52/21 El amigo

Idalia Sautto
5 min readMay 25, 2022

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Una vez lo dijiste así: Cuando estoy tan harto de algo que estoy escribiendo que decido dejarlo y, luego, más adelante, siento irresistibles ganas de volver a ello, siempre pienso: Como un perro hacia su vómito.

A veces creo que no me doy cuenta de lo afortunada que soy en este momento de mi vida. Esa frase pasó por mi cabeza al terminar de leer El amigo de Sigrid Nunez… Tengo amigos. Puedo escribirles ahora mismo si me siento mal y sé que alguno de ellos me responderá. Me dirá alguna cosa para hacerme sentir mejor.

Sigrid, una escritora que no conocía hasta que el 21 de abril, como parte de mi cumpleaños, Abril me regaló esta novela, que es, medio una biografía ficcionada o quizá solo una ficción o quizá una no ficción, el juego está en esa ambigüedad.

No sé cuánto tiempo tenía que no leía de golpe un libro. Cada vez soy más floja con la ficción, intuyó hacia donde van las cosas, descubro muy rápido las tramas y me aburro. Pero de alguna manera este libro me enganchó en los trayectos que hago de mi casa al box. Hacía mucho que no leía en el metro. Y ayer que decidí no ir a mi clase porque llovía a cántaros afuera… decidí sentarme y leer. Y así seguí hasta que terminé el libro.

Escribir es un acto agresivo, incluso hostil, dice Joan Didion, citado por Sigrid. El negro dice que el box es como la escritura, tiene un ritmo, un tiro bien dado puede ser tan poderoso como una frase que no tiene adjetivos. No es el primero en hablar de los golpes en analogía con la escritura, lo hizo ya, hace más de 50 años, Cortázar. A veces pienso si Cortázar estaría cancelado en esta época. Seguro que sí, que era medio rabo verde. Tan normalizado estaba la agresión contra las mujeres que nunca me llamó la atención cómo se refiere a la Maga… nos hace sentir que es intolerable hasta medio ignorante, siempre le muestra su desprecio, luego se sorprende que se marche.

En El amigo se pregunta varias cosas sobre el uso de la tecnología, ¿tendríamos que dejar a un lado el hecho de que todo el tiempo estamos buscando algo en Google? ¿Que usamos nuestro celular a cada momento en cualquier contexto? Que cuando esperamos ya no vemos a través de una ventana lo que sucede afuera, en la calle, y solo estamos scrolleando nuestro timeline… ¿Habría que omitir todo eso de la realidad, como los escritores del siglo XIX omitían las escenas de sexo en sus libros? O quizá no, justamente por eso mismo.

¿Qué elementos de la realidad se pueden plasmar tal cual en un libro? ¿Y cuáles salen sobrando? Leer esta novela me regreso al momento en el que se me ocurrió que debía ser escritora. Pienso en cómo habías empezado a contarles a tus estudiantes que si había algo más que pudieran hacer con sus vidas en vez de convertirse en escritores, cualquier otra profesión, deberían hacerlo. En la Sogem también nos desanimaban a escribir, la mayoría de mis compañeros ya habían estudiado una carrera y el 90% tenía un empleo, escribir era solo una hobby que querían estructurar. Mi mejor amigo, Julián, era un gran lector, tenía 30 años más que yo y me prestó el primer libro de Clarice Lispector que leí. También era posible escribir desde el monólogo interior, una larga retahíla de pensamientos que no todas las veces se conectan entre sí, fue de las primeras lecciones que tuve. Escribir era una forma de escucharme a mí misma, poner en orden el caos de mi cabeza. Pero también para fugarme, para no estar conmigo misma y comenzar a trazar otra cosa, no tenía ni la menor idea de qué… pero era un medio. Nunca pude escribir una ficción convincente.

Mi maestro de cuento, Alberto Chimal, colocaba calificaciones en la escala de 0 a 10, siempre oscilaba entre 4 y 6. Nada era convincente, y era cierto, no me creía ninguna ficción y al escribirla se notaba. Merecía menos que ese 4. Estoy segura, pero no era un profe mal pedo; jamás me dijo no sirves para la ficción o para escribir, jamás hizo comentario así, pero yo ya lo sabía, ya sabía que era malísima haciendo cuentos. De cualquier modo tendría que seguir escribiendo, algo me empujaba más allá de que encontrara una profesión de qué vivir. Tenía 19 años.

Quieres saber sobre qué deberías escribir. Tienes miedo de que cualquier cosa que escribas sea trivial o simplemente otra versión de algo que ya se ha dicho. Pero recuerda, hay al menos un libro en ti que nadie puede escribir salvo tú. Mi consejo es que caves muy hondo y lo encuentres.

Quisiera escribir ciencia ficción, dije una vez, hace un par de años. Comencé un proyecto y lo abandoné, como casi todos los textos de ficción, yo misma siento que no es verdad y desde ahí lo desmonto, el balazo en la pierna, no me creo mis propias historias, si no me han dolido entonces no puedo contarlas.

Hoy le dije a Selma, existe un dolor endémico en mí, no importa qué día sea, no importa el mes, no importa el año, cuando regreso a ese recuerdo, duele, vuelve a doler casi como la primera vez que lo conté. Estoy en mi recámara y en una cobija que mis padres han apodado Los pitufos por la imagen impresa que tiene, coloco a mi gata Corazón de Melón y la envuelvo ahí, la cargo y la escondo en el armario, aquí nadie te hará daño. Nadie va a buscarla, a los minutos sale la gata del armario y me busca, yo entiendo que debo ir con ella allá adentro, entonces entro y ella va detrás y se pone en mi regazo, ronronea, estamos a solas y estamos a salvo. Pero estamos justamente solas, no hay nadie que nos proteja.

Casi todas las vidas tienen verdades y mentiras… Alex se enoja conmigo porque siempre le miento. Me pregunta cosas a las que no tengo respuesta: ¿Cuándo se hicieron legales los casinos en la CDMX? ¿Cuándo comenzó la carrera de cine en la UNAM? ¿Qué países forman la OTAN? A veces sí sé las respuestas, pero muchas veces no, entonces le invento historias que no son reales. No son reales pero verosímiles, cuando se entera de la realidad se molesta. Eso es mi escritura, un poco similar a la historiografía, una verdad a medias, una mentira verosimil, una realidad ficcionada en los detalles más bobos.

En conclusión, sentir ese mismo deseo que siente mi gatita Kiki por comerse el vómito que acaba de arrojar sobre la alfombra es mi afición por regresar a las mentiras que he contado una y otra vez y reformularlas como verdad.

Corazón de Melón conmigo, 1991.

Todas las citas de este texto vienen en el libro El amigo editado por Anagrama de Sigrid Nunez.

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