52/3 “de lo que quieras”
Desde hace como cinco o seis meses una chica que sigo en Instagram todos los domingos publica una selección de los mejores tiktoks que ve en la semana. Alex y yo nos detenemos en algún momento del día y vemos esa selección. Hay unos mejores que otros, claro. Ayer publicó dos que hablan sobre el Covid. Uno en donde el chico está súper enfermo y le dice al Vick Vaporub que se siente remal, el Vick le responde que necesita ir urgente con un médico, el chico le responde pero tú eres el médico, y el Vaporub abre su tapita en pánico.
Este mes se está pasando muy rápido pero siento que en parte es porque no me he detenido. He pasado de la gripa al trabajo, al Nintendo, a Berenice a la Feria, al trabajo de nuevo, a las cotizaciones, a las transferencias bancarias, a la bici, al carro, a los sábados de descanso, a los domingos de estar con mi abuela, al trabajo, voy haciendo listas, palomeando, haciendo nuevos proyectos. Una suerte de brincar de un lado a otro y eso me hace dejar de sentir el mes de enero. No me he dado la oportunidad de parar, de hacer una pausa para pensar en otras cosas. Mi gato Fermín tiene las encías inflamadas y le duelen, entonces busca roer tela. No sé si lo hace por estrés o porque le duele. Está en tratamiento. Veo su boquita y me da pena.
Hoy me invitaron a escribir a una revista que me gusta mucho. El editor me dijo: “escribe de lo que quieras: crónica, cuento, relato, no sé de lo que quieras”. Y yo le respondí okey, pero de qué tema, y me dice pues puede ser de la ciudad, de género, de nostalgia, del espacio, de lo que tú quieras.
Recordé que hace dos semanas jugando a hacer un fanzine que al final se convirtió en un calendario escribí sobre la frase “Haz lo que quieras” la leyenda que viene inscrita detrás del Auryn en la Historia interminable. Haz lo que quieras tiene que ver con saber qué desear. Y es un poco lo que terminó ocurriéndome este mes: “deseo escribir en esta revista que he seguido durante 4 años” y de pronto, como a Bastián, se me concede el deseo, “sí, escribe, pero de lo que tú quieras”. ¿Cuál es en realidad el deseo de la escritura? A todo esto, ¿de qué quiero escribir?
Durante muchos años me respondía a mí misma, escribo porque de otra manera me rompería por dentro. Escribo para salvarme de mis propios fantasmas y de mis miedos y de mis inseguridades. Pero ahora que ha pasado el tiempo y que además de escribir, edito, dibujo, hablo en mi análisis, el deseo comienza a ser más claro, los fantasmas comienzan a disolverse, la vida cotidiana empieza a ser más liviana y la escritura ya no es un proceso de sanación solo de acompañamiento. Escribo porque me gusta, como hay gente que toca el piano porque sabe tocarlo y le gusta hacerlo por placer no tanto por complacer a alguien más.
Hoy, después de ir a comer a una fonda que le llamamos “azul” porque sus gabinetes son azules, me preguntó Alex, si tuvieras que tatuarte algún logo, ¿cuál sería? El logo de Duvalín, le respondí. No sé por qué dije eso, en realidad no. Pero me vino a la mente ese niño con corte de hongo comiendo el duvalín. El logo viejito, ahora el logo es una caricatura fea. Como todos los logos de mi infancia han evolucionado en malas versiones de sí mismos, le pasó a Pancho Pantera, a Melvin y al tigre Toño.
Deseo escribir en esa revista porque me gusta a mí leerla, me gusta lo que ahí publican, pero al mismo tiempo pienso en lo complicado de la consigna “escribir de lo que yo quiera”. ¿Desde qué lugar? Me gustaría que la escritura pudiera parecerse a los tiktoks, de la nada, uno ya está en medio de una situación, y entonces hay que entender ese universo en donde el Vick Vaporub tiene ojos y habla: no soy tu doctor, dude.