52/52 Dioses del hogar

Idalia Sautto
5 min readDec 29, 2020

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En algún momento del noventa Anaya publicó una Enciclopedia de las cosas que nunca existieron, un libro que mi mamá tenía en su biblioteca cuando yo era niña y que tiempo después me llevé a vivir conmigo. Ahí se entrecruzan muchas historias. La primera es que a los trece años cuando enseñé a mi amiga Georgina a abrir su correo electrónico buscamos en la Enciclopedia alguna palabra que pudiera funcionar para su nickname, encontramos ahí Rusalkas, una suerte de ninfa o sirena que habitaba la profundidad del mar. Nos pareció que era digno de su correo y lo abrimos desde la IBM de mi madre. Recuerdo regresar a la Enciclopedia de vez en cuando. La leí de forma salteada, a veces solo motivada por las ilustraciones del libro y por el formato grande que ostenta. No podría decir que es mi libro favorito, pero sí un libro al que he regresado muchas veces en diferentes etapas de mi vida.

Hace un par de semanas Adriana, amiga y autora de la Enciclopedia de cosas vivas y muertas, me dijo que estaba revisando algunos libros de mi biblioteca y escribiendo al respecto. Uno de esos libros que volvieron a la vida con su lectura fue la Enciclopedia de las cosas que nunca existieron. Ahora mismo que lo escribo siento que no es fortuita la coincidencia entre su propia escritura enciclopédica y las entradas que puede encontrar en el libro de Michael Page.

Adriana está haciendo un metatexto de los descubrimientos bibliográficos que ha hecho durante el encierro, en ellos encuentra pistas de su propia vida, elementos que le funcionan como detonadores de recuerdos, de reflexiones sobre el presente y el pasado. Me llamó la atención que la única cita textual que dejó a solas es la entrada que corresponde a los “Dioses y espíritus del hogar”:

Todo edificio construido por el hombre tiene su propio dios o espíritu, que toma residencia en cuanto el edificio está terminado y vive allí mientras lo sigan ocupando los humanos. De vez en cuando, algunos de esos espíritus permanecen en edificios vacíos o en ruinas, y en estos casos se sienten tan solos, que pueden lanzar un hechizo sobre algún transeúnte y obligarle a vivir con ellos. Los desdichados hombres y mujeres que buscan refugio en edificios en ruinas están muchas veces bajo el hechizo de dioses caseros que añoran el calor de la vida familiar y han atraído a personas igualmente solitarias o abandonadas para que vivan con ellos.

Los dioses caseros adquieren rápidamente el carácter de la familia con la que viven. Si se trata de una familia feliz y próspera, que trate con el debido respeto al dios de su hogar, el dios de su casa hará todo lo que pueda por ayudarla. Si es una familia de vagos y pendencieros, el dios de la casa aumentará sus problemas amontonando telarañas en los rincones, atrayendo moscas hacia la comida o abriendo goteras en el tejado.

En la sociedad moderna, la gente no rinde el debido homenaje a los dioses del hogar y, en consecuencia, sufren muchas calamidades domésticas. Los romanos siempre mantenían un altar junto a la puerta de entrada, decorado y adornado con flores, para que el dios residente les recibiera bien y les procurase paz y tranquilidad. En Rusia, el dios Domovoi, que vive bajo el escalón de entrada, y su esposa Domovija, que vive en el sótano, se ocupan con gran interés del bienestar de la familia. Aprecian que se mencione su nombre y responden a ello trayendo la felicidad a la casa. En Japón, todo un grupo de dioses caseros cuida de cada familia. Hay dioses de la cocina, de la puerta de entrada, de las cazuelas y sartenes, del cuarto de baño y del retrete. Unos pocos granos de arroz y unas gotas de vino, esparcidas por la casa en los días de fiesta, mantienen satisfechos a los dioses y aseguran la prosperidad de la casa.

Los habitantes de algunos países dedican complicados rituales a sus dioses caseros, pero en realidad estos seres piden muy poco, aparte de que se reconozca su presencia. Una pequeña ofrenda, como por ejemplo, un jarrón de flores colocado en un sitio especial y dedicado al espíritu de la casa, mantendrá a éste feliz y asegurará el bienestar de la familia.

Durante 2018 mi madre comenzó a regalarme una colección de playmobils. Cada uno encarnaba un suceso de la historia. Estos venían acompañados de un libro que fui coleccionando. Comenzó con el astronauta y siguió con Poseidón, Hamlet, Van Gogh, Leonardo da Vinci, Marie Curie y una lista enorme de personajes literarios y de la vida cultural del mundo.

Para comienzos de 2020 era ya un pequeño ejército de playmobils que comenzó a rodearme y los fui acomodando en muchos puntos de la casa. Poseidón vivirá en el baño. Hamlet cuidará los libros de Shakespeare, el hombre de las cavernas estará escondido entre las plantas y así, hasta que tuve que comenzar a guardar algunos. En una de las limpiezas y nuevos acomodos que hice a mediados de año, me puse a observar a cada uno con detenimiento. Pensé que todos ellos tenían algo de tótem o de amuleto de protección por decirlo de algún modo. Son también mis guardianes. Si hay alguno a la vista me siento en casa.

Ayer fui al estudio y mudé a varios de ellos. Entre los personajes famosos tengo algunos que integran la colección permanente de mi vida. Playmobils que han estado conmigo desde que soy niña y que no encarnaron a ninguna personalidad de la cultura o la ciencia, eran personajes cotidianos como yo. Otros que me han regalado en los últimos años. Uno de ellos me lo regalo mi amigo el Negro y es un ladrón que tiene la barba punteada y un antifaz en los ojos, lleva consigo una bolsa en forma de funda de almohada. También llevé a un emperador egipcio. Los hice convivir en una repisa con libros, junto con un ratón de los dientes color rojo y de orejas moradas que me regaló Manuela. Espero que le den larga vida al estudio en cualquiera de sus manifestaciones. Guardianes del Estudio de Cedro.

Mi hermana dice que soy una acumuladora de cosas que no tienen sentido. Yo creo que se equivoca, pienso que dan significado a la atmósfera de mi casa. Siento que muy probablemente son una manifestación imaginaria de un dios que procura y cuida el hogar.

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