52/6 presentes
Ayer comenzaron mis vacaciones. Es atípico descansar en martes y que sea febrero. Alex me pregunta si de verdad no quiero salir a algún lugar. Yo le digo que no; mi casa me gusta mucho, quiero leer y quisiera seguir haciendo mi rutina. Hoy por error entré a la plataforma del trabajo que se abre apenas se prende mi computadora, y pensé en solo leer por encima, por si habría alguna noticia importante. No había nada relevante. Pensé en que tampoco me molesta entrar al territorio del trabajo. En el fondo es un empleo que me gusta y que su presencia en mi vida, incluso en vacaciones, no es agobiante ni me genera estrés. Al final es un trabajo amoldado a mi vida cotidiana, y ahora que no lo tengo es raro continuar con la tarde, es como si me hiciera falta hacer base en los chats con el equipo. Extraño a Liz, a quien no he visto en más de un mes pero con quien platico diario justo porque estamos haciendo home office al mismo ritmo.
La tarde-noche de ayer la pasé jugando Mario Bros 3 con Mariano. Nuestro objetivo es pasar todos los mundos sin la necesidad de la flauta. He ido retomando mis habilidades. Ayer pasé los dos primeros mundos sin ninguna muerte. El control va pasando entre nosotros cuando alguien pierde. Al llegar al tercer nivel, el agua; comencé a morirme con pirañas voladoras, con saltos mortales y con medusas. Alex llegó al estudio y comenzó a jugar con nosotros. No lográbamos pasar del nivel 4. Usamos la flauta ante la posibilidad de agotar todas las vidas.
Pensé en la frustración que produce no poder pasar a otra cosa, simplemente poder seguir. Es angustiante estar atrapado en el mismo loop. Hacer una y otra vez el mundo y morir repetidas veces de multiples maneras. De pronto recordé cómo era de niña jugar este mismo juego. Tampoco iba mucho más lejos. Lo abandonaba después del game over. Pero en esta versión es imposible dar con game over porque guardamos y salvamos versiones del juego. Quedamos atrapados en los mundos. De pronto es absurdo seguir jugando. Le dije a Mariano que jugáramos otra cosa. “Pero chefcito es más estresante”, me respondió. Es cierto. Ape out también es angustiante, hay que matar a todos los guardias y al final termina el gorila todo desangrado. Pensé en el juego de solo desempacar cosas y acomodarlas, juegos contemplativos, solo para pasar un rato relajado. Pero siento que me aburriré rápido, que busco jugar para sentirme frustrada o estresada y luego liberada de esos sentimientos. Juego para saltar de niveles. Pedimos pizza y seguimos. A la media noche paramos. Es esto o seguir hasta el amanecer.
Hoy desperté con sed, cruda del mapa bit, con los ojos pegados por lagañas. Pero contenta, de eso se trata no hacer nada en las vacaciones. Jugar. Ver películas, leer a John Waters pidiendo viaje de a dedo. “Tengo 66 años ¿por qué no voy a viajar de a ride?” Mucha gente lo reconoce, dice John Waters, yo no estoy segura si podría reconocerlo en la calle. ¿Yo haría un viaje de ese tipo? Creo que no, quizá porque no estoy tan aburrida de mi vida, me conformo con muy poco. Hoy llegue a mi estudio y caminé descalza, fui rápido por unas hojas blancas, no quería ponerme las sandalias para estar pero tampoco quería ensuciar con los zapatos. Sobre el piso daba el sol de la tarde y al pisar estaba tibio, fue una delicia cruzar la estancia a la cocina y sentir el suelo calientito. Las plantitas felices sobre la barra. “Esto es mi vida” por qué me iría de ella a oler un auto que no conozco y forzar una charla con algún desconocido… Después regresé a mi cama, leí las primeras quince cuartillas y caí dormida.
Abrí los ojos y el reloj marcaba las seis con quince de la tarde. El sol entraba por la ventana y aún tocaba parte de la colcha. Mi gato Pantro estaba muy cerca de mí, dormitando, después solo se giró sobre su propio eje para que lo acariciara. Si Pantro me pudiera preguntar algo me diría: ¿cómo prefieres tus vacaciones, escondidas en un libro de John Waters o en el mundo acuático de Mario Bros 3?