9/52 Este fuego es demasiado bonito para ser apagado… incendios
La semana pasada hicimos un POP-UP bisiesto para festejar el 29 de febrero y ajustar nuestros calendarios un día más, dos publicaciones, dos prints, dos por la carretera, el tiempo es una ficción. Nico se unió a los jueves de estar jugando con Berenice, solo porque sí. Artemio se enamoró de su aroma. Apenas llegaba daba varias vueltas y topes a la mesa para llamar su atención. Es un gato silencioso pero muy coqueto.
Hace varios años, Manuel me contó la historia o más bien su interpretación libre de cómo un barco huyendo de la peste llegó a América, a los infectados los colocaron todos en un granero, tapiaron la puerta y quemaron el lugar. Supongo que sí aislaban a los enfermos pero no me suena que los mataran juntos. Esta anécdota tenía que ver con una revista que iba a nacer, su nombre era La peste, «es» aún existe. Manuel diseñó un logo en donde una iglesia (o granero) se incendia para terminar con esa peste o para incitarla a existir, más bien.
Desde entonces lo vi dibujar muchas cosas en fuego: una cartera, una cámara fotográfica, un folder, una compu. Por decir unos cuantos, tiene una libreta completa de este género llamado incendios o llamado cosas en fuego.
Alguna vez escribí un texto sobre quemar el archivo. Manuel había hecho diferentes papeles quemándose que acompañarían dicho artículo pero nunca salió publicado, recuerdo que fue claramente una censura.
En fin.
Este fuego es demasiado bonito para ser apagado, está íntimamente relacionado con la hipnosis que provoca una flama. La historia del fuego es tan vieja como la historia del ser humano. Podríamos contar una historia de la humanidad solo a través del fuego; todo culmina pero también todo nace de él.
Fuegooouu dice una cancióncita de reguetón, ¡fuego! antes de comenzar.
En este zine está retratado un loop: una casa se incendia, las cenizas se consumen y al tiempo vuelve la reconstrucción. La segunda casa es de dos pisos, la tercera de uno, la primera es más ancha. Pequeñas variaciones entre casitas, nunca la misma, tampoco nunca el mismo incendio. Las cosas terminan pero también otras nuevas aparecen.
Este fuego es demasiado bonito para ser apagado tiene el mismo horizonte en todas las páginas. Es como si esa textura fuera un mar, aunque en realidad solo es suelo, cemento, o paja. Quizá es la paja del granero que hay que quemar. «Demasiado bonito para ser apagado» es parte de estas ganas de mostrarle al mundo que los incendios también se imprimen.